Hubo un tiempo en que Recoleta carecía de la fisonomía que le es característica, y no era nada recomendable recorrer sus calles cuando caía el sol. Era un barrio peligroso para transitar, con muchos baldíos, lleno de matones y de gente buscada por la justicia, que usaba los rancheríos para ocultarse. En ese ambiente, pululaban cafés y bailongos de medio pelo para abajo.
Los vecinos además se quejaban por el matadero que estaba en las inmediaciones y por ese cementerio, abierto en 1822, que acentuaba el aspecto deplorable y lúgubre. Sería el intendente Torcuato de Alvear quien construiría el pórtico que cambiaría la imagen del barrio.
Sobre la actual Quintana, entonces avenida República, entre Junín y Ayacucho, en Recoleta había un predio para espectáculos al aire libre que se llamaba Prado Español. Era célebre por sus romerías y especialmente por haber sido el primer lugar donde se permitió bailar el tango a parejas compuestas por un hombre y una mujer. Hasta ese momento, sólo se bailaba a escondidas o entre hombres. Era un escenario milonguero, donde se armaban verdaderos campeonatos sobre quién se lucía más. Y, como es de suponerse, más de una velada terminaba con dos guapos batiéndose a duelo de cuchillos.
Los primeros dirigentes
Cuando un grupo de exiliados políticos alemanes, perseguidos por el gobierno de Otto von Bismarck, se radicaron en Argentina, el 1 de enero de 1882 fundaron un club socialista al que bautizaron “Verein Vorwärts”, que significa “unidos adelante”. Establecieron su sede en la entonces calle Comercio 880, hoy Humberto I, en Buenos Aires, desde donde comenzaron una intensa actividad en defensa de los derechos del trabajador, un campo al que no se le prestaba atención.
En 1890, gobernaba el país Miguel Juárez Celman, quien venía jaqueado por una crisis económica que había cortado con años de bonanza. Un colapso financiero, producto de la emisión de papel moneda sin respaldo, el haber tomado un préstamo que gravaba las rentas de aduana, la restricción del crédito por parte de los bancos, las sequías en el campo, entre otros problemas, hizo que el dinero se volviera escaso, que subieran la tasa de interés y que se desplomaran los valores bursátiles. La Revolución del Parque, que estalló el 26 de julio de ese año, derrotada en las calles pero triunfante en lo político, sellaría la suerte del mandatario cordobés que terminaría renunciando al mes siguiente.
Nuestro país fue destino de una importante corriente inmigratoria. Según lo destaca Gino Germani, entre 1857 y 1914 se radicaron en Argentina, en forma permanente, más de dos millones de inmigrantes. Estos fueron decisivos a la hora de la organización de clase obrera, quienes trajeron del Viejo Mundo el método para hacer funcionar un sindicato.
En ese panorama Vorwärts decidió, en 1890 -de acuerdo a las directivas del Congreso Obrero Internacional celebrado en París- conmemorar, en todos los países, la fecha del 1° de mayo. La denominaron “fiesta internacional de obreros”. La celebración sería el puntapié inicial de la creación de una federación de obreros en el país y de la edición de un periódico.
Jornada de 8 horas
El manifiesto que dieron a conocer revelaba sus objetivos: lograr una jornada laboral de 8 horas para los adultos, la prohibición de trabajar a menores de 14 años, la abolición del trabajo nocturno (salvo en los casos en que la producción no pudiera discontinuarse), la prohibición del trabajo de la mujer, el descanso no interrumpido de 36 horas por semana, cerrar aquellas industrias que perjudicasen la salud del trabajador, la supresión del trabajo a destajo y por subasta y la inspección minuciosa de parte del Estado y de los propios obreros de fábricas y talleres. Además, reclamaban que todas estas disposiciones se implementasen a través de leyes de alcance internacional.
Todos a Recoleta
La organización del acto estuvo a cargo de José Winiger, periodista y literato, director de Vorwärts; Guillermo Shülze, ebanista; Gustavo Nohke, zapatero; Augusto Kühn, tipógrafo y Marcelo Jackel, relojero, quienes debían contactar a las distintas organizaciones obreras y armar un programa.
En el acto se anunciaría la formación de una federación de obreros local, se lanzaría un periódico para la defensa de la clase obrera y se peticionaría ante el Congreso para que sancionase un paquete de leyes protectora de los trabajadores.
¿Dónde celebrar el 1° de mayo? Después de analizar distintos lugares, se contrató el Prado Español. En Vorwärts eran previsores: en caso de lluvia, el acto se haría en el local de Comercio 880.
El orden lo cuidó el comisario García, de la comisaría 15ª, secundado por dos oficiales y quince vigilantes. La sensibilidad de las autoridades estaba a flor de piel: el día anterior, en plena pegatina de carteles convocando al acto, tres militantes fueron detenidos por unas horas.
Desde que se había anunciado el acto, el gobierno había ordenado el acuartelamiento de tropas, que debían estar listas para salir a la calle. Por su cuenta, los organizadores formaron un cuerpo de guardianes, que se distinguían por un distintivo rojo que llevaban en el pecho.
La expectativa era grande. Había un marcado distanciamiento entre los trabajadores y su lucha por las reivindicaciones laborales y sociales y entre los que sostenían que no existía un problema obrero.
El jueves 1° de mayo de 1890, a las tres de la tarde, comenzó el acto, con una asistencia calculada entre 1500 y 2000 personas, una cifra nada desdeñable para la época.
En la entrada se vendían boletos, cuya compra no era obligatoria. Los fondos se usarían para cubrir los gastos del acto.
Se armó un palco adornado con banderas rojas, en el que había una treintena de dirigentes obreros, encabezado por Winiger. También participaron algunos militantes anarquistas, que lo hicieron con algunas reservas.
Hubo cerca de 20 oradores, muchos de ellos extranjeros, entre ellos alemanes, franceses, italianos y españoles. Cada uno tuvo 20 minutos para hablar. Winiger hizo una reseña de lo actuado por el comité y anunció que se buscaría la emancipación social por medio de la acción legislativa y la organización internacional de los obreros. El objetivo era la formación de una confederación obrera argentina.
Jacinto Oddone, dirigente socialista, historiador del movimiento obrero argentino, realizó una reseña de la que tomamos sólo algunos conceptos. El diario La Nación hizo una crónica, destacando que los oradores hicieron hincapié en las bondades del socialismo y apuntó que “…había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos alegramos mucho…” y La Prensa: “El presidente, señor Winiger, abrió la asamblea pronunciando un oportuno y elocuente discurso que sentimos no publicar por falta de espacio…”, aunque sí citó el último párrafo del discurso de Winiger: La victoria del socialismo solo es cuestión de tiempo. Entusiasmados por este lisonjero porvenir, confiados a nuestras fuerzas invencibles, persuadidos de la victoria de la gran causa del proletariado, declaramos abierto el mitin con un salido a los millones de hermanos y compañeros de todos los países reunidos en este momento con el entusiasmo de sus corazones y las aspiraciones de su alma con nosotros en solidaridad y fraternidad internacional”.
Las crónicas advertían que si se accedía a las pretensiones de la clase trabajadora, las empresas se verían en la obligación de cerrar sus fábricas y radicarse en otros países.
Como en los días anteriores la patronal había avisado que se descontaría el día de trabajo a aquellos que faltasen por ir al acto, y en muchos casos se los despediría, se abrió una colecta para auxiliar a todos aquellos que resultasen afectados. Se recaudó 120 pesos.
Cuando a las cinco y media la concurrencia se desconcentró, fueron a festejar en el local de Vorwärts, donde bailaron y cantaron hasta bien avanzada la madrugada.
Todas las peticiones señaladas más arriba, descriptas como un plan de justicia social, fueron elevadas a la Cámara de Diputados para su discusión, cosa que el cuerpo nunca trató. En agosto de 1892 el expediente fue archivado.
Uno de los resultados del mitin fue la decisión de editar un periódico, que se llamaría “El Obrero”. Saldría por primera vez el 12 de diciembre de 1890 y en sus páginas se denunció la inconcebible explotación a la que eran sometidos los trabajadores en el interior del país. Entre sus principales colaboradores estaba Germán Avé Lallemant. Este ingeniero alemán había llegado a la Argentina en 1870. Luego de su paso por Buenos Aires, Lallemant se fue a vivir a San Luis y se dedicó a la búsqueda de oro y petróleo. Fue el primero en usar dinamita en Argentina para esa tarea.
Y posiblemente, como en la vida nada es casual, en 1872 el alemán se casó con Enriqueta Lucero, quien va a pasar a la historia como la protagonista de la primera huelga docente que hubo en el país, en noviembre de 1881. Desde tierra puntana, esta mujer desafió al funcionario a cargo de Educación: Domingo F. Sarmiento, Superintendente de Escuelas.
Winiger, el director de Vorwärts, se radicó en Brasil ese mismo año. Ya había prendido la semilla de las reivindicaciones del trabajador, a partir del acto celebrado en ese barrio de mala muerte llamado Recoleta.
(Fuentes: Infobae)