En la primera mitad del año, la cantidad de casos por estrés laboral aumentó considerablemente: 1 de cada 3 argentinos se siente tan cansado que no puede realizar otras actividades después del trabajo, mientras que el 24% de la población afirma que la mayor parte de los días siente que no puede relajarse después del trabajo y que le cuesta cada vez más iniciar una nueva jornada laboral.
Los datos surgen del Observatorio de Tendencias de Insight 21 que desde 2018 realiza un seguimiento de esta problemática. El hub de Conocimiento de Universidad Siglo 21 identificó un incremento en los niveles de estrés y una disminución en los niveles de felicidad en 2024. Esto pone en alerta a los expertos ya que aumenta la probabilidad de padecer el “síndrome del trabajador quemado”.
«El contexto socioeconómico impacta mucho. Si uno no tiene satisfecha las necesidades básicas, es muy probable que experimente estrés crónico y agudo». Sin embargo, Luis Morera, director del Observatorio de Tendencias Sociales y uno de los autores del estudio, aclara que la relación con el dinero no es determinante, ya que se trata de una «cuestión multicausal en la que influyen variables sociales, económicas y personales, como el capital social».
Este escenario despierta preocupación debido a que el «burnout» es la antesala a patologías más graves en la salud tanto mental como física tales como ansiedad, depresión y enfermedades cardiovasculares. Además, disminuye la capacidad de las personas para disfrutar de la vida fuera del entorno laboral, reportando menor satisfacción en sus relaciones personales y una sensación general de descontento y falta de motivación.
Qué es el síndrome «burnout» y cómo afecta a los trabajadores
Se denomina “burnout” al síndrome de agotamiento o fatiga laboral. Con estadísticas alarmantes que muestran que aproximadamente un 30% de los empleados están experimentando síntomas de burnout, la problemática se convierte en una emergencia de salud pública y laboral.
Las principales causas identificadas incluyen largas jornadas de trabajo, la presión constante por cumplir objetivos y la falta de apoyo en el entorno laboral. Este escenario no solo afecta la salud mental de los trabajadores, sino que también impacta negativamente en la productividad y la eficiencia de las organizaciones.
«El bienestar emocional es crucial para el desarrollo de la población y, por ende, debe ser considerada una de las prioridades tanto en las políticas públicas como corporativas. Desde una perspectiva económica, el burnout y la baja felicidad no sólo afecta la calidad de vida de las personas y la cohesión social, sino que también repercute en la productividad», explicó Leonardo Medrano, Secretario General de Academia y Desarrollo de Universidad Siglo 21.
Morera también señala que otra variable de gran impacto en los niveles de «burnout» es la relación entre recursos y la demanda. «Mientras se registra el mismo nivel de demanda que de recursos, uno se siente desafiado y motivado. Si las demandas caen por debajo de mis recursos me aburro. Frente a la situación contraria, aparece el estrés», sostuvo.
Los argentinos cada vez más infelices
La correlación entre el aumento del estrés laboral y la disminución de la felicidad en Argentina es evidente. En este aspecto, la población en general presenta una disminución en los niveles de bienestar con respecto a 2023: la mitad de los argentinos se siente satisfecho con su vida mientras que el 63,4% están disconformes con su situación actual.
El dato sorprendente es que los jóvenes de entre 18 y 29 años, el grupo etario más susceptible a sufrir mucho estrés, mostró un aumento en los niveles de felicidad en el primer semestre de este año. Mientras que los adultos de entre 50 y 59 años presentaron una importante caída en ese aspecto.
De todas formas, los investigadores se mantienen positivos respecto a los resultados de Argentina comparado a otros países con condiciones económicas desfavorecidas. A pesar del contexto “desafiante”, «si uno se pone a analizar la correlación entre factores socioeconómicos y el nivel de felicidad, en general somos un país ‘favorecido’. Lo esperable sería que tengamos niveles más bajos de los que tenemos», explicó Medrano.
Esto se debe al «capital social fuerte», entendiendo que los argentinos mantienen en promedio «mayor número y calidad en relaciones sociales comparado con otros países». Sin embargo, Medrano advierte que factores como la polarización política o el debilitamiento del sistema democrático despiertan cierta preocupación ya que podrían poner en riesgo esta contención de los niveles de felicidad.
(Fuente: Ámbito)