En las últimas semanas pareció florecer en el país una corriente, una oleada, tan benigna como esperada: la de reafirmación de la democracia como forma de gobierno, estilo de vida por extensión, en una búsqueda sincera del cierre de la grieta que supone admitir las diferencias para construir un nuevo pacto social, contenedor de una sociedad plural y equitativa.
En rigor de verdad, en esta eclosión benigna, debían florecer los múltiples trazos que con esfuerzos, con grandes sacrificios, la sociedad argentina fue construyendo en su historia, sentando hitos que se han mantenido en el tiempo, apuntando a un mejoramiento continuo.
Una sociedad que salió a cantar y bailar, que llenó las calles de alegría, como lo había hecho en el bicentenario y lo reiteró en la tercera conquista del mundial de fútbol. no podía, no debía ser ganada por lo peor: el shock invalidante, el odio a quien piensa distinto, la mercantilización de la persona, del conjunto social, el sálvese quien pueda.
Y de pronto empezó a verse lo que, evidentemente, estaba latente. pero tardaba en llegar a la superficie: lo mejor de cada uno, el respeto por el otro, la necesidad de volver a encontrarse aun con miradas diferentes; poner en valor, otra vez, la solidaridad tantas veces vista en la historia. Empezó a recorrer espacios esta nueva ola de una argentinidad que es capaz de enarbolar valores como los claros colores de la bandera. Que acaso fue necesario asomarse al vacío para sostenerse unos a unos, de la mano, o abrazados, para evitar la caída.
Pero en esa otredad descubierta habrá que encontrar lugar para quienes no comulgan con estas ideas, para quienes no hubo una adecuada contención y por lo tanto les resultó imposible comprender, valorar la positividad y decidirse, en cambio, por la negatividad.
Hubo algo también entonces que empujó a buena parte de la sociedad a enarbolar el rencor, el odio, la enemistad permanente, casi eterna. Para desconocer, inclusive, a quienes lucharon bajo la bandera común en una guerra internacional que libro el país, por primera vez, en más de 170 años de independencia.
Algo pasó para que estas personas –jóvenes muchos, pero también de mediana edad y adultos mayores- hayan decidido conducirse guiados por la fake news, hayan decidido que otros pensaran por ellos, negándose a verificar la veracidad de cada afirmación temeraria o descalificación injuriosa.
Y acaso pueda hallarse una punta de ovillo en aquella sabiduría ancestral que dice: “Hace falta una aldea para criar a un niño”. Un proverbio nigeriano que pone en valor la sociedad, obviamente plural y diversa, en condiciones de interactuar y apoyar a un niño para que alcance todo su potencial, en un ambiente seguro y saludable.
Y será posible entonces que esta corriente de votar por la democracia y un nuevo pacto social vuelva a fructificar, a su vez, en un nuevo tiempo para la Argentina, enraizado en lo mejor de sus tradiciones.
La apuesta es al presente y al futuro (Editorial)https://t.co/z7l7tJPuBD pic.twitter.com/Tia2ycvG0u
— Jorge Kurrle (@jorgekurrle) November 19, 2023