Los influencers de viajes parecen tenerlo todo bajo control. Cada atuendo (incluso en el avión) está a la moda y cada comida que comen en vacaciones está llena de frutas y verduras frescas y coloridas. A veces, incluso, puede parecer desconcertante cómo las escapadas de algunas personas parecen afincadas en un set de grabación.
Ahora mismo, la estética de los viajes es una parte importante de la planificación de las vacaciones. Según Vogue, la Generación Z recurre a tableros -colecciones de recuerdos de inspiración como los de plataformas como Pinterest- llenos de imágenes de destinos perfectos en las redes sociales y basa sus viajes en ellos.
Sin embargo, aunque hay muchos lugares hermosos en el mundo a los que viajar, la avalancha de imágenes de viajes aparentemente perfectos del “turismo aesthetic” puede llevar a la decepción.
Un estudio divulgado por Stylist demostró que las redes sociales pueden contribuir a que las mujeres se comparen más que antes con otras mujeres. La “cultura de la comparación”, como la llama Stylist, nos puede atrapar muy rápido cuando vemos las fotos de vacaciones perfectas y pensamos que las nuestras son aburridas en comparación, aunque no sea cierto.
A principios de este mes, una escritora estadounidense se hizo viral por un artículo en el que se quejaba de lo mucho que odiaba estudiar en Florencia. “Llegué a despreciar las vistas, odiaba a la gente y no veía la hora de volver a casa”, escribió Stacia Datskovska.
¿El problema? Su estancia en Italia no estuvo a la altura de su fantasía de dolce vita: “Divertidas cenas con mis compañeras de piso, aventuras de verano con gente que me llamaba “bella”, helado que se me escurría por los dedos con el calor y vino natural que combinaba sin esfuerzo con una buena conversación y un mejor jamón serrano”. Comparada con eso, la vida real -incluso en un lugar tan hermoso como Florencia- difícilmente podía dejar de ser una decepción.
Mundo “aesthetic”
Hablemos de la “estética del viaje”. Tal vez no reconozcas el término, pero seguramente sepas de qué se trata. Si cerramos los ojos y pensamos en Japón y seguramente se nos vendrá a la mente un paisaje con cerezos en flor y templos, o quizás una vista futurista con luces de neón. Si pensamos en Grecia, es probable que nos imaginemos una isla llena de casas blancas cubiertas de buganvillas, tal vez parecidas al hotel de Mamma Mia. Si pensamos en París, probablemente visualizemos una calle empedrada muy pintoresca con la Torre Eiffel a la vista.
Pero es importante tener en cuenta que ninguna de estas escenas imaginarias existen realmente. Son fantasías o composiciones únicas de la “estética” de un país o ciudad que a lo largo de los años, la televisión, el cine, las revistas, las guías de viaje y, sobre todo, las redes sociales, nos inculcaron.
En TikTok, #travelaesthetic tiene más de 66 millones de visitas. #londonaesthetic cuenta con 47 millones y #japanaesthetic con 91 millones de visitas. En Instagram, hay casi 48.000 etiquetas de “travel aesthetic”, además de miles para lugares específicos como París (otras 48.000), Londres (89.000) o Japón (76.000). Cuando empezás a buscar, la estética viajera está por todas partes.
El “síndrome de Florencia”
¿Por qué es un problema? No hay más que ver la experiencia de Stacia Datskovska en Florencia. Si viajamos con la cabeza llena de estética, corremos el riesgo de sufrir una forma del síndrome de París propia de la era TikTok: un auténtico fenómeno en el que los viajeros que visitan la capital francesa se encuentran tan decepcionados con la realidad de la ciudad que terminan sufriendo graves trastornos psiquiátricos.
O el furor en torno a otra ciudad italiana: Milán. Arrullados por TikTok para interiorizar la estética milanesa -como una ciudad de estilo espectacular, con una boutique de alta costura o una catedral gótica en cada esquina-, muchos visitantes recientes se sintieron gravemente decepcionados por la metrópolis postindustrial que encontraron en su lugar.
El hecho es que, si uno viaja a un lugar buscando una estética específica, existe el riesgo de experimentar una gran decepción. Y en un último giro, esa decepción puede agravarse por la cantidad de personas que también están allí por la misma razón. Si los lugares más pintorescos de la ciudad están abarrotados de turistas tratando de capturar la imagen perfecta para TikTok, nadie conseguirá su objetivo.
El problema de la simplificación
Pero ese no es el único problema. Por su propia naturaleza, la estética de los viajes reduce todo un destino complejo a una serie de clichés y estereotipos. A menudo significa reducir una cultura a sus caricaturas más básicas, a veces racistas y xenófobas.
En la era de las redes sociales visuales, es una tendencia que en el último tiempo se disparó, en parte por el fenómeno del “set-jetting”, en el que la gente visita algún lugar basándose en programas de televisión o películas, como los bellos clichés deEmily in Paris.
Además, una vez que se considera una cultura como algo en gran medida visual -en lugar de complejo y, sobre todo, humano-, la estética puede suponer un breve paso hacia algo mucho más perjudicial. Se podría argumentar que una vez que un lugar ha sido descontextualizado y convertido en irreal, sus habitantes son más propensos a ser estereotipados y deshumanizados.
Y aunque siempre fue cierto que ninguna cultura puede resumirse eficazmente en una imagen, las redes sociales cambiaron las reglas del juego. Compitiendo por segundos de atención, la simplificación se volvió aún más reductora.
Todo esto es malo. Pero también es muy tentador. ¿A quién no le gustaría ser el viajero perfecto, vagando por escenarios glamurosos (aunque extrañamente poco concurridos) con apenas más profundidad que un set de grabación?
Sin embargo, se puede -y debe- luchar contra el atractivo de la estética. Lo ideal es que nos dirijamos a algunos de los muchos destinos infravalorados del mundo: lugares que necesitan más viajeros, no menos.
Pero si lo que buscamos es tachar esos lugares de nuestras lista de deseos, siempre hay razones más interesantes para visitar un lugar que los clichés visuales y el peso estético. Por encima de todo, debemos recordar que nos enfrentamos a una cultura real y a personas reales, y que, al igual que ocurre con nuestro país de origen, siempre es más complejo de lo que parece en Instagram.