Durante 2023, los argentinos consumimos mucha carne, más que en años anteriores. Esto no ocurrió por una decisión gubernamental o por una campaña que incentive la incorporación de más proteína animal en la dieta alimenticia. El motivo real tiene base científica y está directamente relacionado a la espantosa sequía que sufrieron miles de ganaderos, que se vieron obligados a mal vender su hacienda de manera anticipada.
Es por eso que la carne, a pesar de los altísimos índices de inflación que se sufrieron (y aún hoy se sufren) prácticamente no registró incrementos de precio en un plazo de casi 9 meses. Según Miguel Schiaritti, “la carne estaba barata respecto del resto de las otras proteínas animales, con lo cual el consumo aumento casi un 8% durante 2023. Ahora, si medimos año contra año y tomamos los datos de febrero de 2024, el consumo de carne cayó un 9%”.
La caída del consumo se explica sola, a partir de la política económica implementada en el último periodo presidencial y se agravó con los recientes incrementos de precios y ajustes sin freno en la economía. Esa es la razón por la cual no hay aumentos desmesurados de precio, porque los bolsillos están más que flacos y no hay margen para validar más aumentos en las góndolas.
Según pudo confirmar, la mayoría de los frigoríficos tienen carne en sus cámaras y es muy probable que los precios se mantengan a raya, porque no hay demanda. Incluso, con la mínima brecha que existe entre el valor del dólar oficial y los financieros, se acabó el “rulo” que muchos exportadores hacían para pagar un sobreprecio por el kilo vivo. El mercado externo también pasa por un momento crítico, por lo tanto no hay puja entre compradores y los precios se mantienen estables en los mercados de hacienda.
Ante esta situación, los frigoríficos (muchos de los que abastecen el mercado interno y la exportación) podrían quedar atrapados y sin salida. Es que de continuar este panorama con inflación en descenso se hace imposible la licuación de pasivos y los operadores de comercio exterior sufrirán los efectos reales de la caída del precio en el mercado interno. Esto podría llevar a la industria a una situación aún más compleja, similar a la de la convertibilidad, cuando cerraron decenas de empresas del sector.
Otra de las variables que puede embarrar el partido es la climática. Según Schiaritti, si viene una Niña “vamos a llorar todos” porque este año hay menos hembras en el campo y por consiguiente vamos a tener menos carne.
La explicación del analista coincide con los datos que recientemente aportó el Servicio de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), en cuanto a las cifras de stock bovino al 31 de diciembre de 2023. De acuerdo a lo publicado, la cantidad de vacunos en stock al cierre del ano pasado totalizo 52.783.892 de cabezas, lo que representa 1,5 millones de animales menos o una merma del 2,7% respecto de los 54.242.595 vacunos registrados un ano atras.
Según el reporte oficial, “todas las categorías sin excepción registraron caidas”. En numero de cabezas, las categorias que mas perdieron fueron vacas con 600 mil cabezas (-2,6%) seguida por terneros con 444 mil cabezas menos (-2,9%), vaquillonas 314 mil (-4,1%) y en menor magnitud los machos tanto novillos como novillitos, cayendo en 51 mil y 41 mil cabezas, respectivamente proporción que en el caso de novillos representa un 2,2% de retracción anual contra menos del 1% en novillitos.