El agua es el alimento que más consumimos y constituye más de dos terceras partes del peso del cuerpo humano. Sin el consumo de agua, los seres humanos moriríamos en pocos días ya que todas las células y órganos necesitan ese líquido para funcionar.
Para hidratarnos, podemos recurrir a la red de agua potable, si está disponible, o al agua embotellada, lo que plantea además de mayores costos, implica un uso masivo de plásticos que muchas veces no son reciclados y contaminan el medio ambiente. Además los envases son cuestionados por desprender productos químicos en el líquido que tomamos.
¿Cuál es el agua más segura para tomar?
Cada minuto, alrededor de un millón de botellas de agua son adquiridas en diferentes partes del mundo, un consumo que se espera siga en aumento. Esta realidad, que ha sido impulsada por la percepción de que el agua embotellada es una opción segura y saludable, está lejos de ser inofensiva, según recientes hallazgos de la revista BMJ Global Health.
Investigadores de Weill Cornell Medicine en Qatar advierten que el uso generalizado de agua embotellada supone amenazas para la salud humana, y también impone elevados costos ambientales y financieros.
Para millones de personas, la dependencia de agua embotellada se debe a la falta de acceso a agua potable segura. Sin embargo, para la mayoría de los consumidores en países con agua de red o de canilla de alta calidad, se trata de una elección de conveniencia, favorecida en gran medida por campañas de marketing que la presentan como más segura que el agua corriente.
Pero, en realidad, “hasta dos tercios del agua embotellada en EEUU proviene de fuentes de agua municipal, lo que significa que se trata de agua de red reenvasada”, asegura el doctor Amit Abraham, en una columna de opinión publicada en la revista BMJ Global Health, sustentada con varios estudios científicos realizados con anterioridad.
Esto pone en duda su valor añadido frente a una alternativa mucho más económica y accesible en varios países: el agua de red. Abraham precisa que algunas aguas embotelladas no siempre está sujeta a los mismos controles rigurosos que el agua potable de la canilla. De acuerdo con el investigador y su equipo, entre el 10% y el 78% de las muestras de agua embotellada analizadas contenían contaminantes como microplásticos y ftalatos, compuestos químicos que se añaden para mejorar la durabilidad de los plásticos. Estas sustancias, advierten, son potencialmente nocivas.
Los microplásticos han sido asociados con estrés oxidativo y alteraciones en el sistema inmunológico, mientras que el bisfenol A (BPA), un químico frecuente en los plásticos, ha sido vinculado a enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad. “Si bien existen umbrales de seguridad a corto plazo, los efectos a largo plazo de estos contaminantes siguen siendo en gran medida desconocidos”, señalaron los autores
Un estudio de la Universidad de Columbia publicado en enero último advirtió que los fragmentos diminutos de microplásticos podrían infiltrarse en los órganos humanos. Un artículo publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias encontró alrededor de 240.000 partículas en un litro promedio de agua embotellada, la mayoría de las cuales eran nanoplásticos: partículas que medían menos de un micrómetro (menos de una setentava parte del ancho de un cabello humano).
Consultado por Infobae, el médico clínico Ramiro Heredia (MN 117.882) del departamento de Medicina Interna del Hospital de Clínicas José de San Martín en Buenos Aires señaló que el agua potable de red (“de la canilla”), tratada correctamente, y el agua mineral, son seguras para el consumo humano, en la mayor parte de los países.
“Cuando hablamos de ‘agua segura’, nos referimos a que son inocuas para la salud humana. El Código Alimentario Nacional define las características físicas, químicas y microbiológicas que debe cumplir el agua para ser apta para el consumo humano (agua potable), tanto para beber, preparar alimentos, usar para el aseo, cómo para uso doméstico. Si ambas aguas cumplieron con las normas impuestas, ambas son seguras para el consumo humano. Es decir, la seguridad del agua depende del tratamiento de esta”, explicó Heredia.
Y agregó: “El agua de red se somete a controles de calidad periódicos, para ver qué siga manteniendo condiciones que la hagan para el consumo humano. Si estamos en un lugar en que no sabemos cuan confiable es la red de agua (por ejemplo, se viaje), una opción práctica y que muchas veces recomendamos los médicos, es el consumo de agua embotellada”
En países como EEUU, Argentina, Canadá y el Reino Unido, el agua de red está estrictamente regulada. Según el Índice de Desempeño Ambiental (EPI) de 2024, las regulaciones en estos países aseguran que el agua de la canilla cumpla con altos estándares de calidad en salud.
En Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estiman que el 92% de la población recibe agua de sistemas que cumplen con los estándares de seguridad en todo momento.
¿El agua de red puede tener más gusto a cloro o es un mito? “No es un mito. El cloro se utiliza comúnmente para desinfectar el agua de red, y su sabor puede ser perceptible, especialmente si el nivel de cloración es alto. Sin embargo, este sabor suele ser seguro y ayuda a prevenir enfermedades transmitidas por el agua”, sostuvo Heredia.
Y completó: “Hay que tener en cuenta que el agua contaminada con microbios puede transmitir enfermedades, en particular diarreicas, cómo cólera, fiebre tifoidea y hasta la poliomielitis. Se calculó que cada año hay más de 500 mil muertes en el mundo por enfermedades diarreicas, según datos brindados por la Organización Mundial de la Salud”.
Un problema medioambiental y ético
El impacto ambiental del agua embotellada es también alarmante. Las botellas de plástico representan el 12% de la contaminación plástica en los océanos, siendo el segundo tipo de residuo más común después de las bolsas de plástico. Sin embargo, solo el 9% de las botellas de agua de plástico son recicladas; la mayoría termina en vertederos, incineradores o se envía a países en desarrollo para su eliminación, lo que plantea serios dilemas éticos sobre la justicia ambiental y el manejo de residuos.
Además, el proceso de producción de estas botellas es altamente demandante en recursos. Los investigadores indican que se necesitan entre 17 y 35 litros de agua para fabricar una sola botella de plástico, un consumo paradójico en un contexto de creciente escasez de agua en muchas regiones.
Para el doctor Abraham y sus colegas, “las comunidades de bajos ingresos suelen ser las más afectadas por los residuos plásticos y la contaminación,” mientras que el consumo de agua embotellada es una práctica frecuente en sectores con mayores ingresos. Así, los efectos de este modelo de consumo se sienten de manera desigual, generando impactos negativos en comunidades que no se benefician de esta elección.
Ante este panorama, los investigadores de Weill Cornell Medicine sostienen que es urgente replantear el uso generalizado de agua embotellada, especialmente en zonas donde el agua de la canilla es segura. La falta de información y las estrategias de marketing han generado la percepción de que el agua embotellada es una opción más segura, un concepto que, según ellos, debe ser revisado a través de campañas educativas que promuevan el consumo responsable.
Para contrarrestar el impacto ambiental, algunas localidades ya han implementado iniciativas para reducir el uso de plásticos de un solo uso y mejorar el acceso al agua potable en espacios públicos. Los investigadores destacan la necesidad de profundizar estas medidas, implementando políticas gubernamentales más estrictas y mejorando la infraestructura de agua potable en países con ingresos bajos y medios, como un paso fundamental para reducir la dependencia de la población en el agua embotellada.
“Al priorizar el consumo de agua de red, podemos abordar colectivamente los desafíos multifacéticos que plantea el agua embotellada y adoptarla como una piedra angular de la responsabilidad ambiental y la salud pública,” concluyeron los autores en su informe.
Para muchos consumidores, almacenar agua embotellada en caso de emergencia es una práctica común. Sin embargo, los investigadores recomiendan, en su lugar, utilizar envases de materiales alternativos y reemplazar regularmente el agua para evitar la filtración de sustancias químicas. En palabras de Abraham, “los gobiernos y los organismos reguladores deberían tener la responsabilidad de repensar sus políticas” para reducir la exposición a contaminantes.
Así, el agua embotellada, presentada durante décadas como una alternativa de calidad, se perfila ahora como un problema multifacético que involucra la salud pública, el medioambiente y la ética. Este estudio invita a los consumidores a reflexionar sobre sus decisiones de consumo y a considerar alternativas más responsables, como el agua de la canilla, en los lugares donde esta opción es segura.
Los beneficios del agua embotellada
La doctora española Magda Carlas, licenciada en Medicina y Cirugía y máster en Ciencias de la Alimentación, en su libro Más claro que el agua afirma que los minerales que contiene el agua embotellada mineral, y que varían según su composición, son los grandes olvidados de su aportación nutricional.
Carlas sostiene que el agua mineral proviene de los subsuelos, manantiales, con un origen natural y que el agua de red tiene orígenes diversos, ya que puede ser de manantial, pero también potabilizada. “El agua mineral natural no solo nos hidrata, sino que aporta a nuestro cuerpo una gran cantidad de minerales y oligoelementos que nuestro cuerpo necesita. Esos elementos varían en cantidad, por lo que la etiqueta con la composición es una información que puede resultar muy útil”, precisó la experta.
En declaraciones a EFESalud, Carlas afirmó: “El agua mineral es también una fuente importante de minerales. Se trata de nutrientes esenciales que nuestro cuerpo no produce pero que son imprescindibles para muchos procesos fisiológicos, e incluso para nuestro rendimiento intelectual o físico”.
En su libro, la experta destaca que los minerales como el calcio, magnesio o sodio son recibidos por nuestro organismo a través de los alimentos y del agua mineral natural. “Por ejemplo, las autoridades sanitarias recomiendan consumir 20 mg/l de calcio y 10 mg/l de magnesio al día, elementos que son aportados por el agua mineral natural. Por esa razón, la etiqueta del agua embotellada nos da información sobre qué nos puede aportar teniendo en cuenta características como el sexo, la edad o el estilo de vida que llevamos”, sostuvo.
Cuántos litros de agua se recomiendan por día
Carlas puntualizó que la cantidad de agua recomendada, así como los minerales que incluye, varía a lo largo de nuestra vida. “Pasamos de 1,3 litros en la infancia a entre 2 y 2,5 litros en la edad adulta. Las mujeres deben tomar 2 litros y los hombres 2,5. Y de ellos el 80% procedente de bebidas y el 20 de los alimentos; los que más agua tienen, además de las sopas, son los vegetales y las frutas. Además, hay que tener en cuenta que hay otros factores que pueden incidir en que necesitemos un aporte distinto, como el hacer deporte”, indicó.
Para finalizar, el doctor Heredia concluyó: “En términos de salud, si el agua potable está tratada adecuadamente, es segura como la embotellada. Sin embargo, la diferencia en conveniencia puede depender de la accesibilidad, la preferencia de sabor y las circunstancias, como en zonas de agua de red contaminada o en eventos al aire libre, así como en ocasiones de viajes. En todas estas, probablemente el consumo de agua embotellada sea la primera opción”.
(Fuente: Infobae)