En su Carta dominical titulada «Ser cristianos todo el tiempo», el titular de la Diócesis de Posadas, Juan Rubén Martínez, expresa que la Cuaresma «es un tiempo de gracia que nos permite revisar nuestra vida cristiana y cómo vivimos el seguimiento a Cristo el Señor tanto en lo personal como en nuestras comunidades. En esta carta quiero pedir que revisemos cómo asumimos concretamente un aspecto esencial de nuestra condición de cristianos que es la caridad y
nuestro compromiso con los más pobres».
«SER CRISTIANOS TODO EL TIEMPO»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas,
para el 1° domingo de Cuaresma
[18 de febrero de 2024]
Iniciamos el tiempo de Cuaresma como tiempo de gracia y penitencia que nos prepara a
celebrar el misterio central de nuestra fue que es la Pascua. Nuestra fe está centrada en la
persona de Jesucristo el Señor de quien queremos ser discípulos y misioneros y nos lleva
a revisar nuestra vida y espiritualidad a la luz del seguimiento de Aquel en quien
creemos, Aquel que se hizo uno de nosotros para salvarnos y que quiso revelarse para
que comprendamos que nuestra vida está cargada de sentido y que todos los bautizados
tenemos una vocación y una misión. En la Pascua celebramos el misterio del amor de
Dios, de un Dios cercano que se hizo hombre, de Jesucristo el Señor que por nosotros
murió y resucitó. En estas semanas de Cuaresma, a través de la espiritualidad de la
liturgia, nos disponemos a renovar nuestra fe, esperanza y caridad.
La Cuaresma es un tiempo de gracia que nos permite revisar nuestra vida
cristiana y cómo vivimos el seguimiento a Cristo el Señor tanto en lo personal como en
nuestras comunidades. En esta carta quiero pedir que revisemos cómo asumimos
concretamente un aspecto esencial de nuestra condición de cristianos que es la caridad y
nuestro compromiso con los más pobres.
El versículo que inicia esta carta nos dice: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). Esta sentencia que Jesucristo el Señor nos da es la conclusión de la enseñanza sobre el juicio final: «Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha:
«Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado
desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve
sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron;
enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver […]Les aseguro que cada vez que lo
hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo»» (Mt 25, 34-36.40).
La Cuaresma nos regala la posibilidad que desde la gracia de este tiempo
litúrgico fuerte podemos revisar nuestras vidas tanto en lo personal como en nuestras
familias y comunidades.
Si la caridad es un componente esencial de nuestra vida cristiana, sin la cual
vaciaríamos el sentido y el contenido de nuestra fe discipular, será clave que revisemos
nuestra relación y disponibilidad para con todos, pero especialmente para con nuestros
hermanos y hermanas más pobres. Si esto siempre ha sido una exigencia del Evangelio,
hoy, más que nunca, tendremos que revisar nuestros criterios y actitudes en las
coyunturas de nuestra Patria donde el flagelo de la pobreza crece gravemente y nos exige
acentuar nuestro compromiso discipular y profético con nuestros hermanos y hermanas
que sufren el daño y la omisión de una justicia largamente esperada.
El tiempo cuaresmal nos ayudará a revisarnos desde el amor que Dios nos tiene
con la certeza de que, si volvemos a Él, nos recibirá con un abrazo de Padre como al hijo
pródigo. Abrazados por su amor somos plenos y podemos ser testigos de la Pascua y de
la Esperanza.
Un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.