En su carta pastoral, el titular de la Diócesis de Posadas, Juan Rubén Martínez, hace referencia al valor de la comunión y su significado.
Entre otras consideraciones, el Obispo observa que «en algunas oportunidades leemos o escuchamos que se unen empresas, sectores, o bien países para determinados fines. En general son formas de unidad, pero con fundamentos estratégicos. La comunión será más profunda si los lazos de unidad se fundamentan en relaciones históricas, culturales o religiosas. Pero todo esto aún es diferente a lo que los cristianos entendemos por comunión».
«EL VALOR DE LA COMUNIÓN»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas,
para el 5º domingo de Pascua
[28 de abril de 2024]
En muchas oportunidades los cristianos nos referimos a la palabra «Comunión». Desde distintos ángulos y por diversas razones tratamos de que sea el fundamento de nuestro obrar. Es cierto que no siempre entendemos su significación y por lo tanto su importancia. En algunas oportunidades leemos o escuchamos que se unen empresas, sectores, o bien países para determinados fines. En general son formas de unidad, pero con fundamentos estratégicos. La comunión será más profunda si los lazos de unidad se fundamentan en relaciones históricas, culturales o religiosas. Pero todo esto aún es diferente a lo que los cristianos entendemos por comunión.
El Papa Francisco nos recuerda que «hoy el Evangelio nos propone el momento en el que Jesús se presenta como la vid verdadera y nos invita a permanecer unidos a Él para llevar mucho fruto (cf. Juan 15, 1-8). La vid es una planta que forma un todo con el sarmiento; y los sarmientos son fecundos únicamente cuando están unidos a la vid. Esta relación es el secreto de la vida cristiana y el evangelista Juan la expresa con el verbo “permanecer”, que en el pasaje de hoy se repite siete veces. “Permanezcan en mí” dice el Señor» (cfr. Papa Francisco, Regina Coeli, 29.04.2018)
El fundamento de toda comunión para los cristianos se da en esta comunión con Aquel a quien seguimos. Quizá señalar esto en el contexto cultural que vivimos parezca un tanto exigente o rigorista, pero creo conveniente decirlo, porque las experiencias de fracaso ligadas a la comunión fraterna, en nuestras familias, comunidades, movimientos o el mismo compromiso de los cristianos como ciudadanos, tienen en general como causa esta ruptura básica; nos decimos cristianos, pero de hecho no nos sentimos comprometidos con Jesucristo ni con sus enseñanzas. Llamarnos cristianos a veces es solo una denominación que puede llegar a implicar algunas devociones religiosas, sin terminar de integrar nuestra fe con nuestra manera y estilo de vida. En realidad, esto sucede porque no permanecemos en Él, como la vid y los sarmientos y dejamos de
ser fecundos en la construcción del Reino.
«Se trata de permanecer en el Señor para encontrar el valor de salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades, de nuestros espacios restringidos y protegidos, para adentrarnos en el mar abierto de las necesidades de los demás y dar un respiro amplio a nuestro testimonio cristiano en el mundo. Este coraje de salir de sí mismos y de adentrarse en las necesidades de los demás, nace de la fe en el Señor Resucitado y de la certeza de que su Espíritu acompaña nuestra historia». (cfr. Ibíd.)
La comunión para los cristianos tiene su fundamento en el amor y comunión trinitaria. En el amor de Dios al hombre y en la necesidad de asumir el mandamiento del amor. En la Diócesis hemos querido acentuar este tema de la comunión que nos señala el texto del Evangelio. La eclesiología de comunión no es una mera opción posible como si fuese una pastoral más. La comunión es un reclamo que nos realiza el Señor y que, si no nos interesa, contradecimos el camino de discipulado que implica el ser cristianos. Por esta razón, en la Diócesis venimos acentuando la necesidad de asumir la comunión desde nuestra conversión a Dios y desde la búsqueda de mejorar nuestra pastoral para que sea más orgánica. Es cierto que asumir esta
exigencia que surge de este reclamo de unirnos como la vid y los sarmientos, es exigente, y la tentación es quedarnos cómodos «en lo de siempre». Pero nuestra vida solo se plenifica si no nos conformamos con lo mínimo. En el amor donado y pascual, en desacomodar y desarmar lo que no sirve a la misión, encontraremos dolores y sufrimientos, pero también el gozo que implica vivir una vida cargada de sentido.
Tanto para la vida de la Iglesia, como para la sociedad, el valor de la comunión y no la uniformidad, la pluralidad y lo diverso, sin rupturas, aquello que busque construir el bien común, será la respuesta adecuada para construir en este tiempo globalizado una cultura solidaria y de la vida. El texto de este domingo de la vid y los sarmientos nos permite captar la vigencia de la propuesta de Jesucristo, el Señor.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas