El «Andresito» de la Costanera se convirtió en un símbolo imperdible para los turistas que visitan Posadas, al punto de que nadie puede dejar la ciudad sin antes haberse fotografiado junto a él. Esta imponente estatua de 17 metros de altura, estratégicamente ubicada, ha revitalizado el paseo costero, atrayendo a más visitantes y consolidando su lugar como un emblema de la región.
La historia detrás de la creación de esta majestuosa obra es una muestra de la tenacidad y la pasión de su autor, Gerónimo Rodríguez, un reconocido artista plástico con obras destacadas en distintos puntos del país.
El proyecto comenzó con un concurso impulsado por la Cámara de Representantes de la Provincia, con el objetivo de crear una estatua en honor a Andrés Guacurarí para el tercer tramo de la Costanera.
Inicialmente, Rodríguez no mostró interés en participar, ya que consideraba que las obras históricas eran objetivas para su estilo, quien busca reinterpretar la realidad a su manera. Sin embargo, un retraso en el cronograma del concurso lo llevó a reconsiderar su decisión, viendo una oportunidad para adaptar la figura a su visión artística.
Su propuesta resultó ganadora, destacándose por el uso de acero inoxidable, un material elegido por su durabilidad y resistencia, que no requiere mantenimiento y es prácticamente indestructible. Con este triunfo, Rodríguez comenzó a trabajar en un taller metalúrgico más grande para desarrollar la obra con la ayuda de tres operarios.
El proceso de creación estuvo lleno de desafíos técnicos y logísticos, pero la determinación de Rodríguez lo llevó a superarlos con éxito. Finalmente, el «Andresito» fue transportado y colocado en su lugar de honor, sobre una base de piedras y hormigón que refleja un aspecto rústico, tal como lo había solicitado el escultor.
Los detalles finales de la estatua fueron cuidadosamente planificados: la lanza en la mano derecha y la vincha representan la procedencia mestiza y también a los guerreros guaraníes que lo acompañaron en las batallas. Además actúa como un tercer soporte para asegurar la estabilidad. La figura está de espaldas a la ciudad de Encarnación, uno de los frentes de combate en la defensa de Candelaria, mientras que su mirada, firme y decidida apunta hacia la costa del Río Uruguay, recordando las batallas contra los portugueses. En uno de sus hombros lleva un poncho, una referencia a su padre adoptivo José Artigas, quién lo solía usar de ese modo. Su torso está dirigido hacia la Casa de Gobierno, un homenaje al primer gobernador de Misiones.
Este caudillo, erguido a orillas del Río Paraná, encarna al protector de las tierras misioneras que sacrificó su vida por el sueño de la independencia argentina. Su imponente figura no sólo recuerda su lucha, sino que perpetúa la fuerza y la esperanza de su legado.
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