Llegó el momento de que la narrativa alrededor de la Covid cambie: la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2 integra el grupo de infecciones respiratorias amenazantes a lo largo de la vida, y la buena noticia es que hoy (a diferencia del 2020) existen vacunas de diferentes plataformas para brindar protección. Por eso mismo, la Covid debe abandonar su trágica y disruptiva emergencia como causa de la mayor pandemia global de este siglo que paralizó al mundo y provocó más de 7 millones de muertes.
El foco de luz hoy puede colocarse sobre los niños y jóvenes. Para esto, hay que recordar que en la acelerada y eficaz carrera de las vacunas contra la Coviden el mundo, y también en la Argentina, uno de los últimos grupos incluidos en la vacunación -y que generaron polémica mundial- fueron los infantes y adolescentes, en especial los muy pequeños, entre los 6 meses y dos años de vida. Justamente ese grupo es el que hoy presenta las tasas más bajas de cobertura de inmunización contra la enfermedad.
En la primera etapa de la pandemia, y aún hasta hoy, existió un agitado debate sobre vacunar o no a los niños contra la Covid, y muchos de los argumentos apuntaban a que el coronavirus se manifiesta de forma leve en la población pediátrica, algo que la evidencia científica comprobó que no es así.
Más datos de la investigación en el mundo real confirman la protección robusta que brindan las vacunas en los más pequeños: el reciente estudio realizado por investigadores del CONICET y de un grupo de universidades públicas nacionales, al que accedió en exclusiva Infobae, analizó las tasas de mortalidad de niños y adolescentes desde los 6 meses hasta los 17 años de edad durante el período 2020-2022 y los cruzó con la tasa de cobertura de inmunización contra la Covid.
Los hallazgos, publicados en la prestigiosa revista Vaccine, revelaron que las tasas de mortalidad fueron entre 16 y 18 veces más bajas en niños y adolescentes vacunados contra la COVID, en comparación con los no inmunizados.
El debate mundial sobre si hay que inocular o no a los pediátricos sintetiza varias ideas y aún no está saldado, la gran mayoría de los niños y adolescentes que atraviesan la enfermedad lo hacen de manera leve o asintomática. Son muy pocos los que presentan complicaciones, y es importante tener en cuenta que cuantas más personas de otras edades estén vacunadas, serán los niños y los adolescentes quienes puedan transformarse en reservorios del virus.
“La COVID-19 fue la enfermedad infecciosa que más muertes causó en la población pediátrica durante el año 2021″, dijo a Infobae el doctor en Ciencias Químicas y especialista en bioinformática Rodrigo Quiroga, del Instituto de Investigaciones en Físico-Química de Córdoba (INFIQC-CONICET) y la Universidad Nacional de Córdoba, quien lideró el estudio “The impact of COVID-19 childhood and adolescent vaccination on mortality in Argentina”.
En lo peor de la pandemia, la vacunación pediátrica contra la COVID-19 requirió adaptar formulaciones y dosis, en ensayos clínicos específicos, ya que no se puede usar el mismo protocolo que en adultos. La pandemia cambió las prioridades, y aceleró la necesidad de vacunas seguras para todas las edades, como detalló Infobae.
Ante la consulta de este medio sobre los resultados del estudio, la doctora Ángela Gentile, especialista en infectología pediátrica, presidenta de la CONAIN y jefa del Servicio de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de CABA, evaluó:“Es clarísimo que los niños vacunados tienen mejor evolución, menos hospitalización y menor mortalidad. Esto se ve en pediatría, pero también en adultos. Tenemos que bregar por integrar las vacunas COVID al Calendario Nacional de Vacunación y, por otra parte, instalar en la agenda pública que la vacunación pediátrica es clave”.
Los menores de dos años, los más vulnerables
El estudio mostró que en 2022 hubo una notable disminución de la mortalidad por COVID-19 en los grupos con alta tasa de vacunación, específicamente en los niños de 3 a 11 años y adolescentes de 12 a 17 años.
Los números hablan por sí solos: para estos grupos con altas coberturas de vacunación con al menos dos dosis contra la Covid19, las tasas de mortalidad fueron entre 16 y 18 veces más bajas en comparación con los no vacunados.
Sin embargo, un dato revelador es que los lactantes, es decir los menores de 2 años, que tuvieron bajas tasas de aplicación de las dosis contra el coronavirus, no presentaron una disminución en la mortalidad por Covid-19 en 2022. Este grupo también fue el último en recibir autorización para la vacunación, que comenzó en julio de 2022.
En diálogo con este medio, el científico Quiroga resaltó que fueron “muy pocos los países que comenzaron a vacunar a su población pediátrica de manera masiva previo a la llegada de la ola de Ómicron, a principio de año 2022. Argentina, Chile y Cuba fueron los tres países que vacunaron previo a esa ola. Estos datos son contundentes y, de alguna manera, novedosos justamente por ese motivo”.
Por su parte, consultado por Infobae, el médico infectólogo Roberto Debbag, asesor científico y miembro fundador de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (SLIPE) consideró que “los infantes de 0 a 2 años tuvieron un acceso más tardío a la vacunación y una menor cobertura, y esto podría explicar la diferencia en los resultados”.
Recordemos que Argentina autorizó la vacunación contra el SARS-CoV-2 para adolescentes de 12 años y más en agosto de 2021, y luego para niños a partir de 3 años en octubre de 2021. Los chicos de 6 meses a 2 años fueron los últimos, y recibieron un régimen de dos dosis a partir de julio de 2022. Sin embargo, los investigadores destacaron que Argentina fue uno de los países pioneros en Latinoamérica en vacunar a los infantes.
“La COVID-19 fue la enfermedad infecciosa que más muertes causó en la población pediátrica durante el año 2021. Durante la pandemia se hizo foco en los efectos sobre la población de adultos mayores y es lógico, porque la mortalidad allí era muchísimo mayor. Pocos se habían preguntado cuál fue el impacto de la Covid en la población pediátrica en comparación con otras enfermedades. Esa es la pregunta que pensamos que era importante contestar, además de saber si había una disminución de la mortalidad”, completó Quiroga.
El análisis se realizó a nivel poblacional y analizó los datos de muertes y los registros de vacunación del Ministerio de Salud de la Nación. Se comparó la mortalidad infantil por COVID-19 con otras enfermedades prevenibles mediante vacunación. Se encontró que la mortalidad por COVID-19 durante 2020-2022 fue mayor que la mortalidad previa a la vacunación por otras enfermedades, como hepatitis A y B, varicela y enfermedad meningocócica.
- Se encontró una reducción de 8 a 15 veces en las tasas de mortalidad acumulada para poblaciones pediátricas vacunadas con 1 o más dosis.
- Se observó una reducción de 16 a 18 veces en las tasas de mortalidad acumulada para aquellos vacunados con 2 o más dosis.
“Esto significa, dicho de otro modo, que durante 2022 fallecieron de COVID-19 aproximadamente 1 de cada 30 mil niños no vacunados, 1 de cada 200 mil que habían recibido 1 o más dosis, y 1 de cada 400 mil que habían recibido 2 o más dosis”, señaló Quiroga.
En términos de cobertura de vacunación, se observó que para las primeras dos dosis, la aceptación de la campaña de vacunación pediátrica en Argentina fue relativamente alta, alcanzando el 79% para adolescentes y el 72% para niños entre 3 y 11 años a finales de diciembre de 2022. Sin embargo, solo el 1% de los niños entre 6 meses y 2 años había recibido un régimen de dos dosis para esa fecha. La aceptación de dosis de refuerzo fue baja para todos los grupos de edad.
Gentile preside la Comisión Nacional de Inmunizaciones (CoNaIn), un organismo técnico que genera recomendaciones a las autoridades nacionales sobre las estrategias de vacunación, amplió a Infobae sobre los alcances de la inmunización en niños: “La afectación de COVID en pediatría no se reduce solamente a hospitalización o mortalidad, sino también a calidad de vida, porque son los chicos los que hemos visto que pueden tener mayor cantidad o mayor incidencia de síndrome inflamatorio multisistémico en los no vacunados. También podemos ver un gran impacto en otro tipo de secuelas, como la Covid prolongada”.
“Las vacunas COVID han llegado para quedarse, su aplicación es clave tanto en pediatría como en adultos, y es necesario discutir la forma en que estas vacunas deben entrar al Calendario Nacional de Vacunación”, sintetizó Gentile.
Además de la mortalidad, la investigación planteó que estudios recientes han demostrado que una proporción significativa de la población, incluidos los niños, experimentan síntomas a largo plazo después de la infección por SARS-CoV-2. En Argentina, hasta el 30% de los niños con COVID-19 presentan síntomas persistentes más de tres meses después de la enfermedad inicial.
En ese mismo sentido, el doctor Debbag subrayó que “la vacunación a partir de los seis meses de vida reduce la probabilidad de infección por el virus SARS-CoV-2, lo que a su vez disminuye la incidencia del síndrome inflamatorio sistémico por long Cpvid y reduce la mortalidad en los más pequeños. Los menores de dos años, en particular, son los que presentan la mayor tasa de mortalidad”.
El estudio también subrayó que los esfuerzos para avanzar en la vacunación pediátrica están disminuyendo en algunos lugares, incluso en países con campañas de vacunación exitosas, como Argentina.
Cuáles son las vacunas COVID para niños y adolescentes
Argentina autorizó paulatinamente la inmunización de adolescentes y niños contra la Covid. La priorización se basó en el riesgo de gravedad de la enfermedad, el riesgo de exposición y la vulnerabilidad social. El estudio detalló cómo fue esa escalada de aplicaciones:
- En agosto de 2021 se inició la vacunación contra la COVID-19 en adolescentes de 12 a 17 años con las vacunas con la tecnología de la plataforma de ARN mensajero: mRNA-1273 (Spikevax, Moderna) y BNT162b2 (Comirnaty, Pfizer-BioNTech). En el caso de los adolescentes, la inmunización se realizó con un régimen de dos dosis. Los refuerzos para adolescentes se autorizaron en febrero de 2022.
- En octubre de 2021 se autorizó a niños de entre 3 y 11 años a recibir dos dosis de la vacuna de virus inactivado BBIBP-CorV (Sinopharm). Para quienes recibieron Sinopharm, se introdujo una dosis de refuerzo en julio de 2022. Este inoculante ya dejó de aplicarse en Argentina.
- Se autorizó la vacunación de niños de 6 meses a 2 años con dos dosis de Moderna a partir de julio de 2022, convirtiendo a Argentina en el primer país de América Latina en vacunar contra la COVID-19 a niños de tan solo seis meses de edad. Las dosis de refuerzo en este grupo fueron autorizadas en enero de 2023.
En la actualidad, ya no se aplica Sinopharm en Argentina, los niños y adolescentes reciben las vacunas de ARN mensajero contra la COVID-19: “En el país, a partir de los 6 meses, se aplica la inmunización de Moderna con un esquema primario de dos dosis y a partir de 6 años, también se aplica la vacuna de Pfizer”, señaló Gentile.
La médica infectóloga describió que en Argentina se comenzó “con la vacunación pediátrica de los más chicos con vacuna inactivada, pero luego, a medida que en el mundo empezaron a surgir evidencias y trabajos de investigación, se siguió con vacunas de ARN mensajero. Las vacunas que estamos usando en este momento, Pfizer o Moderna, que son de ARN mensajero, son realmente seguras en pediatría. Esto lo hemos comprobado, son vacunas eficaces”.
El estudio también destacó la importancia de la aplicación anual de la vacuna. “No podemos bajar la guardia. Es fundamental que tanto niños como adultos continúen recibiendo las dosis cada seis meses o un año, según lo recomienden las autoridades sanitarias”, enfatizó la doctora Gentile.
Los expertos advierten por las bajas tasas de vacunación
Las bajas tasas de vacunación son preocupantes, especialmente en los lactantes de 6 meses a dos años. “En lactantes, la vacuna está indicada a partir de los seis meses de edad, es el grupo que entró último en el programa de vacunación y el que más cuesta vacunar”, consideró la doctora Gentile.
Una de las razones de esta situación es la baja percepción de riesgo de los padres o tutores a cargo de esos bebés, que son los adultos que los acompañan al vacunatorio. “Durante mucho tiempo en la pandemia se instaló, sobre todo en la primera etapa, que los chicos eran grandes transmisores y padecían formas leves que no requerían hospitalización. A medida que transcurrió la pandemia, y sobre todo en la ola Ómicron, pudimos observar cómo los niños que no tenían vacuna, fundamentalmente porque las tasas eran muy bajas y recién se había comenzado a vacunar, eran los que teníanmayores tasas de hospitalización. Los menores de un año tenían mayor mortalidad que el resto de la población pediátrica”, agregó Gentile.
“Los datos del país también avalan este punto, y esto se asocia también globalmente, porque durante la ola Ómicron se observó la gran afectación pediátrica, sobre todo en los más pequeños, que fueron los últimos en entrar en los esquemas de vacunación. Entonces, claramente la percepción de riesgo fue muy baja -dijo la presidenta de la CoNain– por eso es necesario poner en agenda a los chicos e instalar la importancia de la vacunación contra la COVID en pediatría. Sería importante, a mi criterio, comenzar a incorporar la vacuna contra la COVID en el Calendario Nacional de Vacunación. Es decir, no como una vacuna para una situación puntual, sino calendarizar la vacuna”.
Los datos indican que la cobertura de vacunación varía considerablemente entre las provincias argentinas. Provincias como Chaco, Misiones, Chubut y Salta presentan bajas tasas de cobertura vacunal, mientras que Formosa, La Rioja, Corrientes, Santiago del Estero, Jujuy y Catamarca, que tienen altos niveles de pobreza, registran una mayor cobertura de vacunación.
¿Cuál es el motivo detrás de la heterogeneidad en los niveles de vacunación alcanzados en las distintas provincias? “Es una pregunta compleja de responder. Nosotros alcanzamos a analizar si había alguna correlación con el nivel socioeconómico, con la pobreza o con la regionalidad geográfica, y no alcanzamos a encontrar ninguna relación causal. Eso merece un estudio más en profundidad. Podemos llegar a especular, que las campañas de vacunación y el llevar la vacuna a los barrios, llevar las vacunas a la gente, es algo que se hizo en las provincias donde se alcanzaron altos grados de vacunación”, consideró Quiroga.
Asimismo, señaló que incluso en países con bajas tasas de mortalidad infantil, la carga de mortalidad de COVID-19 en niños menores de tres años podría seguir siendo alta si no se implementa un programa universal de inmunización infantil.
El doctor Quiroga encabezó el estudio “El impacto de la vacunación infantil y adolescente COVID-19 en la mortalidad en Argentina” junto a otros científicos del CONICET y universidades públicas nacionales: Sofía Gastellu, de la Universidad Nacional de Rosario y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CEHISO-LAHISCO-UNR-CONICET); Johanna Romina Zuccoli, del Centro de Investigaciones sobre Porfirinas y Porfirias (CIPYP-CONICET) y del Hospital de Clínicas José de San Martín de la Universidad de Buenos Aires (UBA); Pablo Daniel Vallecorsa del Departamento Coordinación BNCT y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Buenos Aires, Argentina; Jorge Aliaga de la Universidad Nacional de Hurlingham; Lorena Barberia del Departamento de Ciencia Política, Universidade de São Paulo, Brasil; y los investigadores independientes Braian Fernández y Romina Ottaviani.