Ángel Maximiliano Rauber estuvo como invitado en el bloque Conexiones, con Romina Rivero, por la señal de C6Digital donde comentó sobre su experiencia durante 16 años con el consumo problemático de estupefacientes. Trabaja como Operador Socio Terapeuta en Adicciones en la Secretaría de Estado de Prevención de Adicciones. «Oportunamente trabajo de esto, no por una elección personal sino porque tengo una historia de vida en la cual siento haber sido llamado para trabajar de esto, ayudando a familias que están atravesando por esta problemática», afirmó.

Rauber señaló que comenzó con la ingesta, primero de comprimidos que le recetaban a su madre, desde los 11 años. Este proceso que se inició a temprana edad derivó en un adicción profunda y compleja con drogas más fuertes. Este período oscuro en su vida se extendió hasta los 26 años cuando ocurrió un hecho que le marcaría un límite.

«El primer diagnóstico se lo pone la gente, como falopero, drogadicto, pero de por sí hablar de adicto ya habla de una identidad que es dada por la sociedad al individuo. En mi caso, adicto fui siempre, en mi adolescencia esa etiqueta social ya la tenía. Y de alguna forma eso como que fue cargando el peso de la culpa, de la condena social», expresó.

Luego refirió que a los 24 años presentaba una adicción plena hasta que a los 27 años ingresó a un tratamiento para su rehabilitación.
«Creo que la persona va asumiendo en la medida de su conducta. Yo sostengo la teoría que la persona con adicciones es porque va tejiendo una relación ya sea con la sustancia, el objeto, la conducta. El entorno hace a la relación. El teléfono puede producir un consumo problemático, inclusive una adicción y lo que va a determinar que yo sea adicto o no va a ser la relación que tenga con el aparato. Si estoy hablando con vos y estoy escribiendo, es obvio que yo estoy poniendo más atención a mi relación con el dispositivo que con vos», ejemplificó en la charla con Rivero.

En tanto, en la prosecución de la entrevista, Rauber relató cómo fue la relación con sus padres. Con una madre que presentaba una patología determinada, quien sufrió una intervención quirúrgica fallida en los resultados y un padre que abandona el hogar. «Llegué a odiar todo lo adulto, al sistema, a mi padre», confesó el joven.
Rauber sostuvo que los que acuden a sustancias ilegales o a actos de ilegalidad son los que más sufren, «sobre todo por lo oculto que genera eso».

Consultado acerca de cuándo se produjo el clic para revertir este cuadro de situación que arrastraba desde hace muchos años, el invitado reveló que el tal clic «lo hacía todos los días».
«El vivir con ese vacío profundo en el corazón, carente de sentido, carente de propósito en la vida, eso hace un clic todos los días en una persona que consume. Pero siempre hay una esperanza para el adicto que piensa, erróneamente, que ese mismo consumo va a ser lo que lo va a sacar adelante», afirmó.

Seguidamente, Rauber recordó que tomaba cocaína y pensaba que se iba a levantar para luego ir a trabajar. «Pero cuando terminaba consumiendo no hacía nada y terminaba perdiendo todo más aún», dijo.
Hasta que llegó el momento en que decidió terminar con su vida. «Fue un intento fallido. Eso fue lo que me llevó a que necesitaba cambiar. Lo intenté muchas veces pero nada me hacía dejar. Volvía. Se cree que hay una receta para dejar el consumo pero no hay. Todo eso me ayuda ahora en mi tarea como terapeuta», apuntó.

Rauber reseñó que a los 27 años estaba mal, no se animaba a suicidarse pero buscaba siempre el riesgo.
«Eso se intensificó, no tenía motivos para vivir. Había abandonado a mi familia, a mi pareja con quien tuvimos una hija. Yo había decidido alejarme para que ella no quede pegado. Me separé y eso hizo que se profundice mucho más el consumo. Esto no me permitía avanzar», remarcó.
En ese contexto de desesperación, se tiró delante de un camión que logró esquivarlo. «Había pensado que ni la muerte me quería, nadie me quiere en la vida por cómo soy. Me tiré adelante de un camión que estaba a pocos metros. Al pasarme esto, fue el clic más grande, me di cuenta que en realidad durante 16 años de mi vida yo no había vivido, esta muerto». reflexionó.
Según observó, en esos momentos es que se produce un quiebre, «es la oportunidad que tenemos para decirnos que yo me entrego porque es en ese quebrantamiento es que la persona no tiene más nada, no tiene más chance, no tiene más oportunidades».
Luego Rauber hizo referencia a la difícil relación que se mantienen durante todo ese proceso de consumo problemático con el entorno familiar, afectivo.




