Las primeras declaraciones muestran que, cuando menos, deberán ponerse de acuerdo en cuál es el objetivo de intervenir el Partido Justicialista de Misiones que tenía sus autoridades constituidas y hasta participaba en las últimas elecciones con candidatos dentro de las listas del Frente Renovador de la Concordia Social.

En un comunicado de prensa, de buenas a primeras, uno de los interventores Gustavo Arrieta la arremetió contra el FR y contra el diputado nacional Alberto Arrúa a quien desconoce su filiación y lo declara “autopercibido peronista”, despuntando el “peronómetro” tan tradicional, cuando flaquean las razones objetivas.
El otro interventor, Máximo Rodríguez, en cambio, presentó una imagen amigable y definió: “Vinimos a ponerle límites a Milei, no a otros sectores”, en declaraciones a la emisora FM de las Misiones.

Y abogó por “la reflexión de todos los sectores” del peronismo, inclusive los que rechazaron la intervención por “infundada”. Y aunque criticó al diputado Arrúa, no le desconoció la ideología.
Dejó en claro que lo que les interesa son las elecciones nacionales de octubre.
¿A quién creerle? Al malo o al bueno, ¿por eso una intervención bicéfala?. Lo único que parece trascender son las versiones que insisten en ubicarla a Cristina Brítez al lado de esta intervención, ¿para postularse nuevamente como candidata al Congreso?.

Entonces la pregunta del millón: ¿la apetencia partidista de un dirigente –dirigenta, en ese caso- moviliza a todo un partido? Bueno, al menos a la directiva.