El Parque Provincial Salto Encantado sufrió los embates de los incendios forestales registrados en las primeras semanas de 2022. 106 hectáreas del Área Natural protegida se vieron afectadas por el fuego, lo que equivale a menos del 1% de la extensión de su territorio.
Apenas controlada la situación de amenaza ígnea, el Ministerio de Ecología se puso a trabajar en el proceso de restauración de las superficies dañadas. La tarea recayó en la Dirección de Servicios Ambientales de la Subsecretaría de Ordenamiento Territorial, que entre otoño e inicios de la primavera del año pasado se abocó a la misión de ayudar a la selva a que se regenere. No es un proceso que se dé de la noche a la mañana, lleva mucho tiempo (para que el bosque alcance la madurez que tenía al momento de los incendios), sin embargo, el paso inicial ha dado excelente resultados.
El Prof. Iván Otiñano, Director de Servicios Ambientales, detalló distintos aspectos de lo realizado. Lo primero que valoró fue el trabajo conjunto, que incluyó a otras dependencias de Ordenamiento Territorial, guardaparques del Parque Provincial Salto Encantado, técnicos de la Dirección General de Bosques, INTA, Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones, técnicos del Proyecto USUBI, técnicos municipales de Salto Encantado, el Comité de Cuencas Altas de los arroyos Alegre y Cuña Pirú y la Fundación Hora de Obrar.
“Es importante destacar que la proximidad de remanentes de ecosistemas de bosque nativo en buen estado de conservación, el incremento de las medidas de protección sobre el área, como el caso de la barrera ambiental sumado a la combinación de diferentes técnicas de restauración se configuran como elementos que han sido determinantes para que el proceso, al menos a priori comience a presentar resultados positivos”, concluyó Otiñaño acerca del proceso de restauración.
El profesional indicó que el déficit hídrico registrado desde 2019 y la consecuente pérdida de humedad en los bosques nativos convirtieron al material vegetal seco en un potencial combustible. “Las quemas son una práctica cultural. El hombre desde que descubrió el fuego no ha desandado su historia con él. En Misiones, es un mecanismo de despeje de la tierra para la siembra, el rozado. Pero también sabemos que hay otro componente, el de la desaprensión, como el que quema basura y no le interesa que las llamas se expandan o el que hace un asado al lado de un monte y un arroyo y no apaga como corresponde las brasas”, indicó Otiñano.
“Incendios siempre hubo, pero nunca de la magnitud e intensidad que tuvimos. Llevábamos registro de incendios, pero con las nuevas herramientas de teledetección e información satelital, determinamos la distribución del fuego y la identificación de áreas críticas. También pudimos evaluar el nivel de daño en la cobertura vegetal. Eso es sumamente valioso, porque podés tomar medidas”, añadió.
Consideró que “los incendios se configuraron en un nuevo escenario de riesgo. Hasta ahí los escenarios de riesgo lo marcaban las tormentas y las inundaciones. Pero aparecieron los incendios a una magnitud mayor y la Provincia los puso en agenda como amenazas para la selva, las zonas productivas y también para los pueblos y las ciudades”.
Con respecto a lo que sucedió en Salto Encantado, aseguró que “el nivel de daño y afectación al ecosistema ha implicado desarrollar una estrategia deliberada de intervención, cuya herramienta clave la configura la restauración ecológica, entendida esta como, un proceso de auxilio y/o ayuda a la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, damnificado o destruido”.
Hay restauraciones activas (que implican intervenciones deliberadas, que intentan interrumpir los procesos responsables de la degradación, lo cual acelera los procesos de sucesión ecológica) y pasivas (entendida como una intervención que intenta retirar o eliminar los factores tensionantes o los disturbios que causan la degradación del sistema, para que se regenere por sí solo).
“Evaluamos el daño con herramientas de la tecnología. Luego cotejamos con la recorrida en territorio para ver el estado del ecosistema. Convoqué a una mesa de trabajo a distintas instituciones y actores y coordinamos un plan de acción”, enumeró el Director de Servicios Ambientales.
Se determinaron distintos niveles de severidad de daños. El más severo se circunscribió a seis hectáreas, donde la tierra se calcinó por efecto del fuego, que terminó con todo vestigio de vida hasta casi 50 centímetros de profundidad. Incluso la piedra plancha ubicada por debajo de esa profundidad explotó por efecto acción de las altas temperaturas.
“En la Zona de Alta Severidad (ZAS) se optó por desarrollar la técnica de núcleos de Anderson, cuya ventaja es la de conformar grupos funcionales de especies llave, que estimulan el flujo genético, acelerando también flujos biológicos e interacciones ecológicas entre los núcleos, los parches y la matriz que definen su área de contacto. Durante el mes de agosto se montaron, en la superficie de 6 hectáreas, cuatro unidades de nucleación heteroespecíficas (diferentes especies de plantines), conformadas por especies pioneras iniciales, pioneras de sucesión inicial y tardía, climáxicas y tripletes de especies frutales, que en total sumaron 52 árboles”, asentó en un informe técnico.
Otiñano añadió que esos parches fueron georreferenciados para facilitar su seguimiento temporal: “En la parte central de cada núcleo se hicieron cuatro translocaciones de suelo. Las especies utilizadas en la nucleación fueron obtenidas de viveros locales cuya fuente de material genético son los árboles semilleros del parque provincial y montes locales, este hecho es relevante en materia de asegurar el uso de genética local.
Cada plántula fue etiquetada indicando especie, origen y fecha de plantación. A los fines de evitar inconvenientes con la potencial falta de lluvias, su utilizó hidrogel, cuya finalidad fue la de aportar agua y humedad de manera gradual ajustándose a los requerimientos necesarios de las plantas, también mejorado las posibilidades de arraigo y consolidación al terreno”.
En las Zonas de Severidad Media se hicieron plantaciones aleatorias: “En este caso lo que se planificó como acción fue el plantío o plantación de especies forestales, siguiendo un patrón aleatorio de distribución, pero considerando distanciamientos mínimos de 5 metros (especies de pequeño y mediano porte) y máximo 10 metros (entre especies de gran porte). Se plantaron un total de 500 árboles (septiembre a octubre).
Dentro de esta zona también, se desarrollaron trabajos de control y remoción mecánica de bambúceas (Merostachys sp) y de otras invasoras oportunistas como el caso del palo pólvora y ciertos tipos de enredaderas. Debido a las marcadas pendientes del sector y la destrucción total de la cobertura vegetal se evidencian procesos erosivos en algunos sitios puntuales, en ellos se montaron diferentes tipos de dispositivos para retener los sedimentos y evitar la pérdida de suelos”.
Finalmente, en la Zona de Baja Severidad, las acciones implementadas fueron la elaboración de cartelería indicativa de “Área en proceso de restauración”, también de advertencia sobre el peligro de incendios, y charlas con productores y comunidades de pueblos originarios del área lindera al parque para informar sobre las actividades que se desarrollaron, el riesgo de incendios, y cómo actuar ante la contingencia.
Como se ve fue un trabajo que demandó muchas horas y un enorme esfuerzo. “La traslocación de suelos, por ejemplo, se hizo por metros cuadrados, aprovechando el humus, la hojarasca y las semillas de los lugares no afectados, a fin de contar con inductores biológicos para recomponer el suelo dañado”, describió.
Otiñano también remarcó: “Otra observación ecológica registrada se refiere a cómo opera la fauna en el proceso de inducción de la recuperación natural del área dañada. Durante los monitoreos, luego de los trabajos de restauración desarrollados, se comenzó a observar evidencias de la actividad de la fauna a partir de la presencia de trillos, plumas, y fecas. La dispersión de semillas que está aportando la fauna, constituye un poderoso proceso de inducción ecológica para la recuperación del sector afectado por los incendios”.
“Las unidades de nucleación fueron monitoreadas cada 15 días, durante los tres primeros meses observándose como resultado un éxito en el prendimiento, de las plántulas, del 100% para el primer mes, registrándose la pérdida de un ejemplar por la caída de un árbol quemado. En cada unidad se hizo una limpieza mecánica de malezas para evitar la competencia y la afectación del acceso a la luz solar. Los ejemplares se encontraban en buenas condiciones fitosanitarias, con buen follaje y nivel de desarrollo”, observó como conclusión.