Unas elecciones para la historia, en las que la ciudadanía volvió a mostrar la madurez que la distingue, aunque ahora acotada por una realidad que tiene que ver con estos nuevos tiempos que corren.
Fue un enorme esfuerzo elegir de candidato a quien enfrentó la crisis, adoptó decisiones para encaminar el país a una salida, pero eso significaba también cargar con la inflación y la pobreza. Pero acaso fuera un error enfocar un análisis excluyente en la superestructura: candidaturas, fuerzas políticas. Es que lo que se puso en juego de manera nítida en esta ocasión, al menos para una gran mayoría, fueron dos modelos: el de un Estado presente y el de un Estado inexistente.
Porque apostar a la educación pública, la salud pública, la seguridad pública, los sistemas de promoción de inversiones sean agro industriales, industriales, tecnológicas, científicas, tiene que ver con el Estado presente y allí están sustentados los derechos: a la salud, a la seguridad social, a la seguridad ciudadana, al trabajo y el crecimiento económico. Y en ello no están involucrados solamente los más pobres, sino también la clase media, el empresariado, el productor pequeño, mediano y hasta el grande que necesita, por caso, que también a él se le quiten retenciones a las exportaciones.
El otro modelo expuesto casi no tiene antecedentes en el mundo, ni aún en la ultraderecha surgida en los últimos años en otras naciones: Donald Trump, un ícono de este fenómeno internacional, cerró la economía de Estados Unidos para enfrentar una crisis económica; se planteó que el país volviera a producir. Jair Bolsonaro en Brasil no retiró a su país de los Brics, porque tiene importantes vinculaciones comerciales con Rusia, más allá de que reniegue y enfrente la ideología política de aquella nación. La propuesta hecha en Argentina no tiene puntos de contactos. Acá el único planteo fue el de la destrucción.
Y podrían continuar los ejemplos. Sin embargo, estas cuestiones de índole internacional no están presentes en el electorado del candidato autodenominado libertario. Por un lado, porque cuando hay una crisis hay grandes sectores que se inclinan por plantearse soluciones mágicas, sin demasiadas explicaciones ni razonamientos. Por eso hasta descreen de lo que dice el propio dirigente aún de cuestiones tan inhumanas como la venta de órganos, por caso. “No va a actuar así”, responden ante la consulta.
Además, quienes en el día a día se ven empujados a encontrar la supervivencia, no tienen tiempo para el análisis. Para investigar qué le están proponiendo, hasta qué punto es viable y entonces se da la incomprensible relación de la víctima votando a su victimario. Porque el pobre, el desempleado, el mini pyme, está votando al que va a profundizar sus carencias.
¿Este fenómeno es excluyente de este tiempo? En cierto punto sí. Porque sí hay ahora hechos nuevos e insidiosos: las redes sociales, los medios que eligen la desinformación y apelan a generalizaciones: la política ya no es el arte de lo posible, sino el modus operandi de la corrupción, no hay distinción entre un gobierno corrupto y un gobierno que ha tenido corruptos. De buenas a primera todo es igual y da lo mismo.
Por eso distinguir lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso constituya una tarea titánica para el ciudadano de a pie. Los “bombardeos” mediáticos están a la orden del día, en todas las horas del día. Y no son estrictamente nuevos. La descalificación de la política viene de lejos en la historia nacional, ayudada ciertamente por quienes la usaron en propio beneficio. Pero hubo también políticos probos, de los que casi nunca se habla. Como tampoco hay evaluaciones equitativas del tiempo pasado. No hay mini series de los mejores, o son las menos.
Por eso seguramente también cueste tanto a la ciudadanía poner las cosas en su lugar. Esta vez, en cada mesa familiar hubo largas conversaciones acerca de a quién y cómo votar. Y hubo una movilización superior a las elecciones anteriores. No obstante, todavía falta: todavía hubo ausentismo y voto en blanco. Y esto es lo antidemocrático, porque se reniega del sistema, el único sistema que, con errores y aciertos, ha sido la mejor elección que hicieron los pueblos para gobernarse, intentando la superación social
Se ha caminado un largo trecho y hará falta seguramente, para seguir, entender que la aparición de una fuerza política que quiere destruir todo es también responsabilidad de todos. Habría que empezar una autocrítica que analice las fallas y las ausencias. La mejora urgente de los servicios públicos, la necesaria cercanía con la gente, ponderar los mejores valores de la sociedad. Comunicar, promover debates de ideas, propuestas, políticas, participación. Hacer que la gente vuelva a enamorarse de la política, de plantearse sueños y hasta utopías.
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— Jorge Kurrle (@jorgekurrle) October 23, 2023