El presidente Javier Milei volvió a defender el rumbo de su gestión económica y cuestionó con dureza a quienes critican el impacto social del ajuste. Lo hizo durante su participación en una actividad organizada por la Fundación Faro, un espacio de pensamiento económico y político conformado por empresarios, técnicos y dirigentes liberales que se consolidó en 2024 como un núcleo de respaldo a la agenda reformista del gobierno.
Allí sostuvo que su gobierno «asumió con la peor herencia de la historia de la Argentina», y describió un escenario inicial de colapso inminente: «Combinábamos la crisis, por ejemplo el desequilibrio monetario, peor que el del 1975, es decir, la previa del Rodrigazo. Teníamos un balance del Banco Central peor que el que tenía Alfonsín en la previa de su hiperinflación. Y teníamos, además, indicadores sociales que eran peores que los del 2001».
Con una exposición más sobria que en otras presentaciones públicas, Milei señaló que su administración se enfrentó a «la combinación de todos los males» y que logró evitar una catástrofe económica. En ese marco, pidió un aplauso para el ministro de Economía, Luis Caputo, a quien definió como «el mejor ministro del mundo».
El presidente criticó a los sectores que reclaman por los ingresos de los jubilados y asalariados, y acusó a la dirigencia política de haber bloqueado reformas que podrían haber mejorado el sistema previsional. «Los que hoy tanto reclaman por las jubilaciones son los mismos que en su momento vetaron, y que decían que se estaba declarando la quiebra del Estado», dijo, y comparó cifras: «Dejaron jubilaciones de 80 dólares, y hoy están arriba de 320 dólares. Se multiplicaron por cuatro. O había salarios de 300 dólares, y ahora son de 1.100 dólares».
Al referirse a las denuncias sobre el empeoramiento de las condiciones de vida, Milei apuntó contra la frase «no se llega a fin de mes». A su entender, se trata de un recurso retórico sin sustento: «La frase suena muy interesante para ponerse sensiblero». Y agregó: «Si fuera cierta, ustedes tendrían que caminar por la calle y tendría que estar llena de cadáveres».
«Nadie se puso entonces a pensar en serio esa pelotudez, en definitiva, si fuera cierto, las calles serían bastante más complicadas», insistió. También afirmó que esa narrativa es «un insulto» para quienes «hacen un gran esfuerzo para tratar de seguir adelante por la vía honesta».
Milei procuró reforzar la idea de que su administración está logrando resultados positivos en materia macroeconómica. Reiteró que la situación heredada por su gobierno era crítica y advirtió que parte de la opinión pública «se ha olvidado» del contexto en que asumió. «Frente a semejante titánica tarea, a veces parece que se olvidara de dónde venimos», afirmó.
Adiós a los insultos
Además de defender su plan económico, Milei anunció un cambio de estrategia en su forma de comunicar. En medio de una exposición en la que retomó conceptos habituales -como la crítica a los «parásitos mentales» o al «colectivismo»-, el Presidente se detuvo para hacer una autocrítica indirecta: «Se me acaba de meter un pelo en el ojo y no saben lo que me molesta. Pero aún así, no tanto como para seguir aumentando el contador de insultos».
Acto seguido, anunció su decisión de abandonar los agravios personales: «Voy a dejar de usar insultos, a ver si están en condiciones de poder discutir ideas. Porque yo creo que discuten las formas, porque carecen de nivel intelectual suficiente para discutir las ideas». Y completó: «La dictadura de las formas, vamos a enfrentarla respetándoles sus formas. Así, de una vez por todas, a ver si muestran tener nivel intelectual para poder darnos la batalla en las ideas».
En otro tramo de su discurso, rechazó la noción de «igualdad de oportunidades» como principio rector del Estado moderno y la vinculó con el colectivismo. «Para el liberalismo, la libertad es la posibilidad de perseguir un proyecto de vida en un contexto de igualdad ante la ley», explicó. Y contrapuso esa visión con la de sus detractores: «Para ellos, todos deben poder acceder a los mismos bienes, debiendo ser el Estado quien administre la vida de los individuos».
Milei cerró su intervención con un tono desafiante. Dijo que sus opositores «violan la restricción de presupuesto» y sostuvo que el Estado no puede garantizar derechos que no puede financiar. «Lo único que hacen es, como no pueden responder en las ideas, se apalancan sobre las formas», concluyó.
Durante el discurso, Milei vinculó directamente su relato económico con la disputa electoral en la Provincia de Buenos Aires. Señaló que las elecciones legislativas del próximo 7 de septiembre «van a significar el techo del kirchnerismo, y para nosotros va a significar el piso. Esto quiere decir que de acá a octubre vamos a seguir creciendo. Pero lo más importante de todo es que nosotros tenemos esta oportunidad y tenemos la de octubre. Sin embargo, ellos tienen esta sola. Por eso se están quemando las naves, por eso los niveles de operación gigantes que están sufriendo cada una de las personas que integra este gobierno».
La elección, sostuvo, tiene un valor estructural, ya que «si en septiembre llegáramos a ganar la provincia de Buenos Aires, habremos puesto el último clavo en el ataúd del kirchnerismo».
«Esta elección es fundamental no solo en la provincia de Buenos Aires, sino fundamental para todos los argentinos de bien. En esta elección, digamos, provincial, es mucho más que un distrito lo que se juega», sumó Milei.
En ese marco, denunció supuestas maniobras de «fraude moral», criticó las candidaturas testimoniales y elogió la implementación de la boleta única papel a nivel nacional, a la que definió como una garantía de transparencia. «Ellos tienen esta sola», advirtió, en alusión a sus rivales, y aseguró que su espacio político tiene «esta oportunidad y la de octubre».
Por otro lado, el Presidente retomó su tesis de «batalla cultural» y criticó duramente el rol del Estado provincial en Buenos Aires. Acusó al gobernador Axel Kicillof de sostener «un ejército de funcionarios sin función alguna» y de financiar medios de comunicación con escasa audiencia. «Aunque tengan diez reproducciones», ironizó. También llamó a los bonaerenses a revisar si la gestión actual mejoró sus vidas en términos de seguridad, servicios y calidad institucional. «Deben decidir si el desproporcionado y costoso Estado provincial ha servido al bienestar de la sociedad, o si por el contrario se pagan cada vez más impuestos para pagarle el salario a ñoquis», sentenció.
Milei: «El dólar seguirá bajando»
Durante otro tramo del discurso, Milei volvió a fundamentar el levantamiento del cepo con una perspectiva ética. Reivindicó su negativa a aplicar controles coercitivos y mencionó como contracara los métodos utilizados por gobiernos anteriores: «No hicimos un plan Bonex, no metimos controles de precios ni llamamos a empresarios para apretarlos. Mucho menos pusimos una nueve milímetros sobre la mesa o mandamos a la policía a perseguir arbolitos». En esa línea, subrayó que el respeto al derecho de propiedad y la defensa de la libertad económica fueron pilares de su programa.
«El cepo es una herramienta de tortura», sentenció, y volvió a señalar que su eliminación no respondió a una lógica electoral, sino a una convicción moral. «Si ustedes ganan su dinero honestamente, deberían poder gastarlo en lo que se les dé la gana», afirmó. Vinculó el control de capitales con una agresión directa a la libertad individual y a la posibilidad de acumular riqueza, y denunció que las regulaciones cambiarias castigan el ahorro y premian la especulación.
Con un ejemplo ilustrativo, Milei buscó evidenciar el daño que provoca la inflación sobre el poder adquisitivo: «Si en 2001 alguien tenía 1.360 pesos, podía elegir entre quedarse con 1.360 dólares o con esos pesos. Si se quedaba con los dólares, hoy tiene 1.360 dólares. Si se quedaba con los pesos, hoy tiene solo un dólar». Según el Presidente, esto prueba que la demanda de dólares no responde a una idolatría por la divisa, sino a la desconfianza hacia los políticos que «emiten el peso de manera irresponsable».
En ese marco, el mandatario hizo un anuncio que buscó generar impacto en los mercados: al mencionar que el tipo de cambio oficial estaba en $1.360, remarcó que se trataba del valor «de hoy, aclaro, hoy, porque va a seguir bajando». La frase, dicha casi al pasar, como pensando en voz alta, funcionó como una intervención directa en la discusión sobre la estabilidad del dólar, y reforzó la idea de que el levantamiento del cepo fue posible gracias a la acumulación de reservas. «Decían que no lo íbamos a hacer en un año electoral. No entendieron que la libertad no se negocia un minuto», aseguró, y reveló que su equipo económico decidió avanzar cuando el Banco Central alcanzó los 15.000 millones de dólares. -cronista.com-




