“Pasó por la puerta de mi casa”, cuenta la mujer que apenas la vio ayudó al rescate del animal. Fueron tres horas y decenas de voluntarios para ponerla a salvo en un batán. Desde el miércoles 8 de enero pasa sus días al lado de otros animales también salvados de una muerte segura
Ahora tiene un nombre: Valiente. Porque eso es lo que demostró ser la vaca que tomó fuerzas, quién sabe de dónde, para escapar y saltar del camión jaula en movimiento que la llevaba, como al resto de sus compañeras, al matadero. El lugar donde su vida hubiera acabado. Eso que hizo, seguramente, lo hubiera hecho, o intentado, cualquier persona en peligro para salvarse.
Esa escena del escape bien pudo salir de esas películas de acción en la que secuestran a una persona que luego de vivir situaciones de extrema angustia y terror busca la manera de escapar de lo que sabe que está por sucederle. A esa secuencia, quienes quedamos del otro lado de la pantalla, atrapados por la trama, la vemos con una mezcla de sensaciones: taquicardia, ansiedad, nervios y hasta cerramos las manos sudorosas durante los eternos minutos en que los que el o la protagonista, finalmente, logra escapar. Algo así fue la escena que protagonizó Valiente y no fue una película.
“Algunas personas también la llaman Stella. El nombre es para darle una identidad, a ella lo único que le interesa es su libertad y su vida”, aseguran desde las redes del santuario Rescate Equino Cinco Corazones (RECC), donde desde hace una semana, Valiente disfruta los días aunque aún no confía del todo en las personas.
Cerca del mediodía del martes 7 de enero, los grupos de WhatsApp de los proteccionistas y activistas por los animales comenzaron a dar un alerta: una vaca había saltado del vehículo que iba de camino al matadero (nunca supo a cuál).
Esos mensajes contaban que estaba en la localidad de Temperley, que había caminado varias cuadras por una avenida. Pronto se hizo viral un video que la mostraba al trote por las calles y esquivando autos, poco después de saltar del camión en movimiento. Finalmente, en la equina de Esmeralda y Carlos Tejedor, la policía y algunas otras personas que intentaban atraparla la alcanzaron.
Hasta allí llegó Daniela Reyén García, una vecina y peluquera canina que hizo de ángel guardián para el animal. “Todo pasa por algo”, confía. Ese martes, la mujer tenía turnos tomados para cortar el pelo a cuatro perros, pero la tutora de ellos olvidó llevarlos. Eso hizo que la proteccionista estuviera con la mañana libre para protagonizar el rescate que jamás imaginó.
“La vi pasar a la vaca corriendo por la ventana de mi casa, literal”, comienza Daniela el racconto de lo que vivió el martes 7 de enero a las 11:05 de la mañana y que, asegura, marcará su vida. “Yo soy vegetariana, no soy vegana, pero ni lo pensé. Salí corriendo detrás de la vaca porque ya sabía cómo iba a terminar eso. Fui como estaba vestida, mitad ambo de trabajo y un short. Corrí y al llegar me impresionó ver cómo los policías trataban de encerrarla. No sé cómo la agarraron, pero pudieron retenerla, digamos, a dos cuadras de mi casa. Cuando llegué sólo había policías que no me dejaban acercar; me puse como loca. ¡Me dio miedo! Les dije que no quería que le pasara algo malo, Ellos decían que yo no podía meterme porque la vaca tenía un dueño y que entendían que era un animal, pero que, en realidad, para muchos es un objeto y que tenía dueño y que tenía que ir al matadero… ¡Me puse muy mal! Les dije que aunque me llevaran detenida, la iba a defender. Y, no sé cómo hice, pero me tiré al lado de la vaca, que ya estaba en el suelo”, repasa con una mezcla de euforia y la sensación de aquel momento.
Daniela hizo frente a la situación con todos sus recursos: llamó a sus amigas y cuatro fueron a darle ayuda. Otras comenzaron a postear en las redes y lograron llegar a muchos activistas. El pedido de ayuda comenzó a circular. Mientras eso sucedía, evitaba oír las bromas de los vecinos que amenazaban con comerse al animal que ella protegía.
Junto a sus amigas y algunas de las personas que ya se habían amontonado rodearon a la vaca para protejerla. Hubo caricias y un balde azul lleno de agua para mantenerla hidratada. “Tenía mucho miedo de que la gente quisiera matarla. Las primeras horas fuimos cuatro mujeres y pensábamos en que quizás la situación se iba a complicar, pero la defendí con uñas y dientes porque algunos decían que había que devolverla al matadero y otros que decían que la iban a sacar de ahí en pedazos… Me comuniqué con Ana Tenaglia, la directora de Zoonosis de Lomas de Zamora, y al rato llegó. Fue impecable”, admite y agradece.
En ese “mientras tanto” corrían rumores de deseos de dar con el dueño del animal, pero como la vaca estaba lastimada, no podría ingresar al matadero. No es legal para la ley argentina ingresar a un animal lastimado al matadero y luego matarlo.
Apenas enterado de la situación gracias a los posteos en las redes, Federico Sordo, activista por los derechos de los animales, decidió convertirse en la voz serena ante el caos. “Vi la publicación de Daniela y me comuniqué con ella”, cuenta Sordo. “Traté de acompañarla y brindarle ese apoyo emocional a quien estaba en el territorio, poniendo el cuerpo y acompañando a la vaquita”. Daniela, hoy mientras dialoga con Infobae, reconoce ese apoyo que fue fundamental por la situación que estaba viendo.
“El dueño por suerte no la reclamó. Yo siento que conecté mucho con ella, con la mirada… Si bien yo ya era vegetariana, creo que haber pasado por eso me movió muchísimas fibras del cuerpo. A la noche no me podía dormir pensando en las que venían con ella. Me pasó eso de entender que tal vez salvé a una, pero no puede salvar a todas. Eso da un poco de alegría y a la vez tristeza. Esto fue un rescate comunitario, por más que haya llegado primero. La defendimos entre todos y entre todos logramos que ella ahora esté libre”, asegura orgullosa la mujer que la llamó Stella, para darle un nombre.
Yendo más allá de lo que a simple vista él mismo vio en las redes cuando el caso se hizo viral, asegura: “Conocer esta historia, me parece una oportunidad para poner el foco en la acción que tomó la vaca tirándose del camión porque hizo todo lo que estaba a su alcance para sortear el destino por el cual la hicieron nacer: haber sido criada para reproducirla y luego para convertirla en carne. Vayamos más allá: ella se tiró del camión, pero todas las otras vacas que iban en ese camión ya fueron asesinadas. Las otras, como millones, no corrieron con la misma suerte. Esto no se trata de romantizar lo que pasó sino de detenernos a pensar en lo que sucede todos los días porque es normal romantizar una historia así cuando, creo, que hay denunciar lo que sigue pasando y que se sigue viendo con total normalidad: la explotación animal para consumo”.
Una vida vivida
Desde hace una semana, Valiente tiene una vida. Aunque no saben su edad, sí pudieron notar que es anciana. Eso, da cuenta de que antes su vida era ser parte de un ganado que tenía como único fin convertirse en carne. Como dicen quienes dedican sus días a rescatar animales: “Su vida le pertenece”. Por eso, quizás, ella misma escribió otra historia y tomó, como en una gesta heroica, la decisión que la salvó.
“¿Cuántas veces habrá pensado en huir? Correr sin mirar atrás, sin saber cuál sería el rumbo, aterrorizada y con miedo a que la atrapen. Años siendo explotadas, usadas, violadas hasta que un día ellos deciden que deben morir, sin importar la edad, sin importar nada. Como si fuera un objeto cualquiera que se puede usar y tirar; comprar y vender. Como si su vida, sus sentimientos, no tuvieran lugar alguno, simplemente no existiesen. La industria, el consumo y la demanda. La decisión de tomar una vida como si fuera nuestra y hacer para complacer paladares. El egoísmo de los que hoy se alimentan de otros cuerpos, del que alguna vez fue alguien. Alguien que quería vivir y vos, no lo dejaste. Ella quería vivir y fue Valiente al huir, por eso fue bautizada así”.
El párrafo anterior fue un descargo de Yésica Paola Antonio, fundadora del santuario Rescate Equino Cinco Corazones, donde vive Valiente. El espacio alberga a más de 600 animales rescatados y está ubicado al sur del Conurbano (por razones que hacen a la seguridad de los animales no revelan dónde queda).
En diálogo con Infobae revive cómo se enteró del caso que, en pocas horas, conmocionó a buena parte de la sociedad. “Cerca del mediodía, recibo un mensaje de una proteccionista conocida diciéndome que había una vaca corriendo en Temperley, que estaba asustada y que, aparentemente, había caído de un camión jaula. Me preguntó si podía hacer algo porque como yo rescaté a las vacas que cayeron en el camión jaula de Avellaneda y saben que tengo experiencia en el tema, acudió a mi. Pero esta vez, como estaba en el campo con mis animales, no podía llegar hasta allá. Eso no significó no hacer nada: empecé a llamar a los voluntarios a ver quiénes podían acercarse”.
Pasados unos quince minutos, llegaron unas voluntarias al lugar, una veterinaria y una chica que es peluquera canina. “Cuando llegaron, la policía ya la había enlazado y tenían a la vaca retenida. Luego me comuniqué con nuestra abogada, llamé a la directora de Zoonosis, que ya estaba al tanto, y le pedimos que por favor nos ayude a ponerla a resguardo. Pero allí también había gente que quería devolverla al camión jaula, por si la iban a reclamar. Empezamos a difundir el caso en nuestras redes y a pedir ayuda porque necesitábamos más personas: no es fácil cargar una vaca a un batán, menos una vaca de éstas características, que estuvo en un campo de acopio, siendo explotada, manipulada o esclavizada toda su vida, y no sabemos bien qué edad tenía, pero nos imaginábamos que era una vaca vieja porque ya cuando no pueden tener cría, es cuando las mandan al matadero”, resume Yésica.
Fue la directora del Zoonosis de Lomas de Zamora la que llevó calma a la situación que para los activistas se volvía angustiante. “Nos dijo que nos quedemos tranquilos. Ya había voluntarios en el lugar y lo primero que hicieron fue sacarla de ahí porque prácticamente estaba en medio de la calle. Buscaron la manera de subirla al batán mientras yo les explicaba cómo tenían que hacerlo. En ese momento, la vaca estaba caída, y les dije que la cargaran caída. Y así fue cómo subió al batán. Ella sola se levantó”, cuenta la mujer.
La vaca, que en el batán le pusieron Stella, llegó de pie al centro de Zoonosis, donde se gestionó los papeles necesarios para poder trasladarla al campo que la recibió.
“Al otro día, bien temprano, después de que la revisó el veterinario de Zoonosis fue trasladada al campo, donde la estábamos esperando con mucha ansiedad. Para nosotros fue muy emocionante recibirla porque, imaginate que esa vaca se iba a morir y que ella busque su libertad fue muy emotivo”, reconoce emocionada la fundadora del lugar que hoy es el hogar de Valiente.
Apenas bajó del camión, la vaca comenzó a mirar. “Daba vueltas la cabeza y miraba todo, como preguntando ‘¿dónde estoy?’… Estaba muy asustada y muy estresada”, cuenta Yésica y recuerda que el primer día allí “no quiso comer”.
Consternada por recordar lo que pudo vivir Valiente, Yésica la mira un poco a la distancia y cuenta con emoción: “Ahora estará libre y feliz en el campo. Creo que no lo puede creer. Obviamente es muy desconfiada. Acá también tenemos a las cinco vacas rescatadas del camión jaula de Avellaneda: Lula y Rosita fueron internadas en la Facultad de La Plata, Rosita falleció porque tuvo un aborto en ese momento. La habían mandado preñada al matadero. Lula también tuvo un aborto por las medicaciones, ya que tenía fractura de costilla; Rosita tuvo fractura de cadera. Las dos se volvieron locas cuando tuvieron el aborto, por eso pensamos que Valiente también estaba preñada, pero a ella la habían separado de su bebé. Pensamos que ella se tiró del camión jaula para volver con su bebé”.
Por Fernanda Jara
infobae.com