Fue en Misiones, cuando el uso de bioinsumos comenzó a extenderse y el veneno de los agrotóxicos abandonaba las chacras. Atrás había quedado el pretendido avance de un diputado provincial Miguel Núñez (UCR), vinculado a Humberto Schiavoni, a quien la Justicia federal rechazó la inconsistente y agraviante presentación realizada. Y la Cámara de Representantes sancionó la calumnia.
El avance de Monsanto y otras empresas que invirtieron millones para solventar campaña como las encaradas a nivel provincial por esos dirigentes provincial, hizo agua. Fue inútil. El éxito de la política misionera de preservación del ambiente, de sanación de la tierra, seguía expandiéndose, consolidándose.
Más aún ganaba las noticias internacionales el hecho de que la Unión Europea lanzara un proyecto para desarrollar un herbicida natural que podría sustituir al glifosato. Estaba en lo mismo, pero Misiones ya estaba adelantada, ya venía trabajando en esa dirección al punto que le permitieron ingresar al mercado de los bonos de carbono y hasta encontrar el respaldo de grandes empresas como Arauco que días atrás se sumó a la política provincial.
Por eso hubo un día que el gusanito estuvo feliz, la abejita feliz empezaba a saber que aquí, en Misiones, tiene sobrevida, que no todo está perdido. Que la advertencia de las Naciones Unidas sobre el peligro de extinción y con ella del 70% de la agricultura mundial, aquí fue escuchada.