El presidente iraní, Ebrahim Raisi, y su ministro de Relaciones Exteriores murieron en un accidente de helicóptero en el noroeste de Irán, anunció este lunes el gobierno. El guía supremo, el ayatolá Ali Jamenei, designó el lunes al primer vicepresidente, Mohammad Mokhber, como presidente interino y anunció cinco días de luto en el país.
La muerte del presidente iraní, de 63 años, abre un periodo de incertidumbre política en Irán, peso pesado de Oriente Medio, en un momento en el que la región está sacudida por la guerra en la Franja de Gaza entre Israel y Hamás, un aliado de la República Islámica.
Elegido en 2021, Raisi era considerado como uno de los favoritos para suceder a Jamenei, de 85 años. «El presidente del pueblo iraní, trabajador e infatigable (…), ha sacrificado su vida por la nación», dijo el gobierno.
«El gran espíritu del presidente popular y revolucionario de Irán se ha unido al reino supremo», indicó por su parte la agencia oficial Irna. Las agencias de prensa y los sitios de información anunciaron su muerte por la mañana tras el hallazgo de los restos del helicóptero.
El helicóptero en el que viajaba Raisi desapareció el domingo por la tarde cuando sobrevolaba una región montañosa de Irán con condiciones meteorológicas difíciles, con lluvia y una densa niebla.
La esperanza de encontrar con vida al presidente y a los otros pasajeros se fue diluyendo a lo largo de la noche del domingo.
Además del presidente, en el aparato viajaban también el ministro de Relaciones Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, de 60 años, así como el gobernador de la provincia de Azerbaiyán Oriental, el principal imán de la región, el jefe de seguridad del presidente y tres miembros de la tripulación.
Los socorristas recuperaron este lunes por la mañana los cuerpos de los pasajeros. «Estamos trasladando los cuerpos de los mártires a Tabriz», gran ciudad del noroeste, anunció la Media Luna Roja.
Repercusión internacional
La situación fue seguidas de cerca por la comunidad internacional, en especial por Estados Unidos, Rusia, China y los países vecinos.
El primer ministro indio, Nerendra Modi, dijo el lunes estar «profundamente entristecido y conmocionado por el trágico deceso» del presidente iraní. Otros dirigentes enviaron también mensajes de condolencias, como el primer ministro iraquí, Mohamed Shia al Sudani.
En Rusia, el presidente Vladimir Putin rindió homenaje a un «político notable» y «verdadero amigo de Rusia», en un mensaje de condolencias, y el presidente sirio, Bashar al Asad, proclamó su «solidaridad» con Teherán, que le apoya en la guerra civil en su país.
Por su parte, el presidente chino, Xi Jinping, calificó su muerte de «gran pérdida para el pueblo iraní».
Quién era Ebrahim Raisi
Raisi, un ayatolá de 63 años, es presidente de Irán desde 2021. Considerado como un ultraconservador, fue elegido el 18 de junio de 2021 en primera vuelta en unos comicios marcados por una abstención récord para unas presidenciales, y en ausencia de ningún rival de peso.
Siempre aparece tocado con un turbante negro y vestido con un largo abrigo religioso. Sucedió al moderado Hasan Rohani, que lo había derrotado en las presidenciales de 2017 y que, tras dos mandatos consecutivos, no pudo volver a concurrir.
Raisi salió reforzado de las legislativas celebradas en marzo, que fueron las primeras elecciones organizadas a nivel nacional desde el estallido del movimiento de protesta que sacudió Irán a finales de 2022 a raíz del deceso de Mahsa Amini, que murió tras haber sido detenida por no respetar el código de indumentaria que rige la República Islámica.
Tras los comicios de marzo, el presidente iraní se mostró satisfecho por el «nuevo fracaso histórico infligido a los enemigos de Irán tras los disturbios» de 2022.
Nacido en noviembre de 1960 en la ciudad santa chiita de Mashhad, en el noreste, Raisi hizo el grueso de su carrera en el sistema judicial. Antes de ser presidente, fue fiscal general de Teherán y fiscal general del país.
Raisi figura en la lista negra de Estados Unidos de dirigentes iraníes sancionados por Washington, que lo acusa de «complicidad» en «graves violaciones de los derechos humanos», algo que las autoridades de Teherán rechazan.