El tradicional producto de las mesas navideñas corre serios riesgos de estar solo para las fotos familiares y -cual Cenicienta gastronómica- no más allá de la medianoche del 24 y 31 de diciembre. Al menos los que presumen de ser los más completos por cuanto llevan en su interior cuanta fruta importada se le ocurra agregar a quien lo elabora. Sin importar recomendaciones de nutricionistas o dietólogos, enemigos de las sabrosas calorías. «En el pecado está el castigo», rezan las citas bíblicas. Y con el pan dulce parece cumplirse a rajatabla.
Y solo basta con acercarse a un supermercado -de una o varias sucursales- o panaderías de Posadas para darse el primer «baño de realidad» respecto a los precios. No bajan de los mil pesos, los más modestos y escasos de glaseados. Si tienen pasas, un milagro propio de Navidad.
No solo que no bajan sino que según tenga avellanas, nueces, almendras, castañas, frutas abrillantadas el valor se eleva hasta la alta estrella del «arbolito» del Rockefeller Center de Nueva York. Y no dejaría de ser cierto, por cuanto solo un potentado podría comprar un pan dulce a 10 mil pesos. Como lo comentó el propietario de una de las renombradas panaderías de la ciudad.
Al estar del dueño de Tahona, Omar Acosta, ya hay pan dulce de 10 mil pesos. «En Buenos Aires, más también. Yo hoy lo tengo a 8 mil», refirió.
Según el industrial panadero, lo que encarece el precio del pan dulce son las frutas que lleva. La mayoría son importadas. Hacen de reguladoras del valor en góndolas, observó Acosta.
En tanto, hizo notar que el pan dulce que viene de afuera, en su interior contiene conservantes. En cambio los que se elaboran en panaderías de Posadas, no.
Así las cosas, no solamente Papá Noel vendrá con el cinturón ajustado sin exhibir tanto su proverbial panza ataviada en colores rojo y blanco, con bolsas escuálidas por escasos regalos sino que tampoco se podrán ver esas -hasta no hace mucho- clásicas largas mesas familiares donde la comida y la bebida tienen un lugar especial -sino principal- en las próximas fiestas. A los argentinos, en su mayoría, les esperan celebraciones austeras y solo para cumplir con las fechas.
